Diabetes, obesidad mórbida, enfermedad hepática o asma de moderada a grave. Enfermedad renal crónica, cualquier forma de inmunodepresión. Tener más de 65 años o alguna afección cardíaca o respiratoria grave.
La respuesta no está del todo clara, pero la evidencia científica apunta a que estas son algunas condiciones que hacen más vulnerable al contagiado por SARS-Cov-2. Cualquiera puede ser suficiente para ubicarlo en la cifra de muertes o en la de recuperados.
El educador Juan Maragall piensa en eso para diagnosticar la educación en Venezuela en tiempos de pandemia. “Así como el Covid-19 es grave, pero se hace más cuando existen condiciones desfavorables preexistentes”, explica vía telefónica el ex director del colegio Ávila y ex secretario de educación del estado Miranda (2008-2017) desde su confinamiento en Bogotá, “el sistema educativo venezolano tiene unas condiciones que agudizan el problema que implica la educación básica a distancia”.
En primer lugar señala la profunda desinversión nacional en el sistema educativo, tanto de infraestructura como de dotación. Y entre ellas, la ficción sobre la cual el régimen de Maduro construye sus medidas como castillo de naipes: el acceso a internet.
En su reporte de marzo de este año, la firma estadounidense Ookla, responsable de la marca Speedtest y su ranking global de conectividad, ubica a Venezuela en el penúltimo lugar entre los países con ancho de banda más rápido del mundo, tanto en conexiones fijas como en móviles, con un promedio de 6,30 y 2,83 megabits por segundo (Mbps) respectivamente. Los últimos de la lista son Afganistán en internet móvil, con 6,01 Mbps; y Turkmenistán en internet fijo, con 1,89 Mbps.
Ese ancho es el que, en principio, deberían utilizar los cerca de 7.664.869 estudiantes de educación inicial, primaria, media y diversificada que reporta el censo escolar del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) para el inicio del año escolar 2017-2018, cifra que el crecimiento poblacional, la emigración y la deserción escolar deben haber modificado.
Añádase a la historia clínica, como gran telón de fondo, la crisis política atraviesa el país, y de la que Maragall no duda que dificulta la toma de decisiones en materia educativa.
Son precisamente decisiones políticas las que hacen del sistema educativo venezolano un paciente de alto riesgo ante la pandemia. Sobre esto recuerda el educador que desde el año 2001 no se hacen asignaciones de cargos docentes por concurso ni ascensos por méritos, como lo establecía el Reglamento del Ejercicio de la Profesión Docente de 1991. “En 2001 el chavismo elimina esto y fija criterios políticos y clientelares para las asignaciones de cargos y ascensos. El resultado de eso es que ahora no tenemos a los profesores más preparados, sino a aquellos que son afines políticamente con el gobierno”.
Las palabras de Maragall se confirman con el más reciente bochorno de la televisión estatal: una profesora que asegura que el complejo hidroeléctrico del Guri es una fuente de agua para todo el país, y otra, que afirma que una imagen ilustrativa de la fracción 3/5 es, según su explicación, un 5/3. “A lo mejor son maestras muy comprometidas. No soy quién para hablar de su calidad humana, pero es evidente que no tienen calidad profesional. Es probable que esas maestras no hayan sido asignadas por concurso”, concluye Maragall, quien ha atestiguado la muy debilitada calidad del cuerpo profesoral venezolano. “Para atender la educación en una contingencia como esta se requiere de docentes con credenciales académicas y escuelas con una infraestructura mínima para atender estas situaciones, y en este momento no tenemos ni una ni otra. No hay condiciones para aprender en casa”.
Escuela: principio de igualdad
Más allá del diagnóstico y de un posible tratamiento, el profesor destaca la importancia de la escuela como “gran generadora de equidad social”.
“La idea es encontrar en la escuela lo que no tienes en casa. Si en casa no hay libros, en la escuela los puedes conseguir. El acceso a la historia, las artes, la cultura, la música… todo eso lo puedes encontrar en la escuela. Incluso, si en casa no hay comida, la escuela te la puede proveer. El internet también. La escuela es ese instrumento para que las condiciones preexistentes en el individuo no sean determinantes de su futuro. Por eso, cuando el estudiante vuelve a casa, está volviendo a sus condiciones de desigualdad. Hay que devolver a los niños la posibilidad de volver a un futuro mejor”.
Un ejemplo que viene a su memoria es el de las inundaciones en Guarenas, Guatire y Barlovento en 2015. Los primeros sitios habilitados como refugio fueron las escuelas. “¿Por qué siempre son las escuelas? Porque tienen infraestructura sólida, hay agua, luz, espacio suficiente, etcétera”. Pero esa infraestructura ya no es la de antes. El propio régimen de Maduro sostiene que para al año escolar 2018-2019 había 29.412 planteles educativos, entre públicos y privados, en todo el país: 1.295 escuelas menos (4,15%) que el año anterior.
El más reciente informe del Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (Provea) expone: “En la actualidad la mayoría de los planteles atraviesan por graves problemas de electricidad, de agua, de cloacas colapsadas, de mal funcionamiento de los baños, de pintura, de dotación y construcción de laboratorios, de dotación pupitres, de filtraciones, de canchas y materiales deportivos. Es importante señalar la inexistencia de bebederos en la gran mayoría de los planteles escolares. Con bastante frecuencia son los representantes los que tienen que contribuir con las reparaciones de los planteles, con la compra de materiales de limpieza y de materiales de papelería, aportando de su muy mermado o paupérrimo salario. No existe un programa de mantenimiento preventivo y correctivo de las instalaciones educativas”.
Maragall coincide en que hay condiciones muy desfavorables para atender la educación en la pandemia. “Es cierto que es un problema mundial, pero no todos lo enfrentan en las mismas circunstancias. En Uruguay, que ha logrado que casi todos sus estudiantes estén conectados a internet, pudieron hacer la migración a la educación en casa más fácilmente”, resalta el licenciado en Ciencias Pedagógicas de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
A alguien pudiera parecerle razonable terminar el año escolar por internet sabiendo que, por razones sanitarias, no se puede asistir a las escuelas.
La decisión de suspender la asistencia a los planteles por razones sanitarias por supuesto que es acertada, es lo que se ha hecho en todo el mundo. Pero la pretensión de terminar al año escolar a través de internet no tiene ninguna posibilidad de éxito. No es lo mismo hacer una planificación sobre condiciones reales que sobre condiciones imaginadas. No sé qué pretende el gobierno de Maduro con estas medidas. Lo que me preocupa realmente son las consecuencias: en primer lugar, un altísimo porcentaje de alumnos perjudicados al no poder aprovechar adecuadamente este tiempo académico. Lo segundo es el profundo rezago que veremos en septiembre con los alumnos en el próximo grado. Si en un proceso escolarizado normal vemos algunos retrocesos luego de las vacaciones, especialmente con niños pequeños en habilidades como lectura y matemáticas, en esta situación lo más probable es que nos encontremos con un retroceso aún mayor. Ideal sería crear iniciativas compensatorias de esos baches para el año próximo.
Lo cierto es que en todo caso hay que hacer algo, y a falta de internet hay otras opciones como la radio y la televisión, pero ya hemos visto cómo el régimen de Maduro ha manejado la educación por estos medios.
Muchos países se han apoyado en la radio y la televisión para mantener el proceso educativo, pero debe ser un proceso planificado, articulado. No puedes improvisar. La televisión en sí misma no es un medio formal para la educación básica. Algunas experiencias, como ciertos canales educativos de Directv, han tenido poco o nulo impacto en las escuelas en América Latina. Las experiencias que han tenido cierto éxito son las que articulan el contenido del programa escolar con la programación televisiva. No es algo improvisado. México, por ejemplo, que es el país de América Latina que más ha trabajado en esto (desde la década de los 60), y que desarrolló toda una planificación y estrategia, ni siquiera ellos han tenido mayores resultados. Lo mismo sucede con la radio. Ha habido pocas experiencias exitosas. Una de ellas ha sido en Venezuela, con el Instituto Radiofónico Fe y Alegría, pero insisto, fue un proceso planificado, articulado. No con improvisaciones.
Y en un escenario ideal para la educación en línea: ¿Qué tan efectivo es ese modelo en comparación con la educación en un plantel?
No hay comparación. La educación presencial desde el punto de vista educativo, normativo y socioafectivo es mucho más rica que la educación a distancia por todas las implicaciones que tiene asistir a la escuela. Estas son medidas coyunturales, pero que no pueden sustituir a la educación presencial.
Un respirador para la educación
Ante la realidad del sistema educativo nacional, el profesor Maragall esbozaba en Twitter una estrategia educativa ante el Covid-19: aprendizaje autónomo, enseñanza a través de los padres, y apoyo gubernamental a docentes y escuelas para educar a distancia. Maragall descarta de antemano las dos primeras: “El sistema educativo venezolano no está desarrollado para el aprendizaje autónomo. Además que aplica para niños pequeños, hay poca cultura de aprendizaje autónomo, incluso a nivel universitario”. Sobre la enseñanza a través de los padres recuerda que esto depende directamente de las condiciones socioeconómicas de los representantes, así como de su formación académica, con lo cual lo da por descartado tomando en cuenta los niveles de pobreza en Venezuela. Por eso enfatiza en la tercera.
De ahí que, cuando se habla de medios de comunicación, Maragall propone el uso de estas plataformas no para dar clases, sino para dictar instrucciones a los maestros, que luego coordinarán estrategias para impartir contenidos y asignaciones a sus estudiantes. “Lo más importante ahora es apoyar a los maestros para que desarrollen actividades con sus alumnos”, insiste.
¿Qué tan factible puede ser ese desarrollo de esas actividades, tomando en cuenta al menos dos dificultades clave, como la falta de acceso a internet y la escasez de gasolina?
Si algo han demostrado nuestros maestros es que son muy creativos. Hay unas docentes en los Valles del Tuy que dejan las asignaciones a los representantes en la reja del colegio, estos las pasan recogiendo, los niños hacen las tareas en la casa, y luego los padres las dejan en la misma reja para que la maestra las pase recogiendo. Es el momento de reinventarse, los maestros saben muy bien de eso, pero hay que apoyarlos. No dejarlo todo a una improvisación en televisión.
¿Qué posibilidades ve de que la dictadura aproveche este escenario para avanzar en su modelo educativo con sesgo ideológico?
Honestamente, para mí eso no es lo más preocupante. Lo verdaderamente grave para mí es el profundo deterioro de la escuela en sí: niños que no saben leer, que no saben matemáticas, maestros asignados no por sus competencias, sino por afinidades políticas… Los estados Zulia y Miranda han sido históricamente los que más desarrollo educativo han tenido a nivel básico, y cuando estábamos en la secretaría de educación de Miranda, se levantó una estadística en el año 2008 y para ese entonces teníamos entre un 30 y 40% de estudiantes en tercer grado que no sabían leer. No me quiero imaginar cuánto será ahora. Esa es para mí la mayor preocupación.