Madrid es un cóctel explosivo. Una ciudad abierta, transgresora, polifacética, crítica, divertida, cosmopolita, contradictoria, cómplice, receptiva, cultural y, a la vez, pueblerina y campechana. Tiene el poder de crearnos una conexión afectiva, casi adictiva, que nos hace sentir bienvenidos y, por momentos, capaces de todo, pese a la dureza del mercado laboral, el inclemente verano y la falta de mar. Quizás por todo esto a algunos nos recuerde tanto a Caracas o porque ya somos, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), 59.013 los venezolanos que la habitamos.
El mapa de nuestra comunidad es muy variado y abarca un abanico de oficios que la embestida de la pandemia alteró radicalmente, con la destrucción de más de un millón de empleos en toda España en el primer trimestre de 2020. Pero en ocasiones “todo comienza por el fin”. Aquí traemos seis ejemplos de emprendedores venezolanos que salieron fortalecidos del encierro y comparten un desconcertante optimismo que contrasta con el desánimo de los propios españoles, sobre todo porque los contagios de coronavirus se multiplican, Madrid estrena medidas para evitar un nuevo “confinamiento total” y algunos no ven tan lejos el azote de una segunda ola. Esperemos que solo se trate de un suave murmullo que se desvanece, como una marejada.
Cesta República: “Tanto en la tierra como en la nube”
Cesta República abre sus puertas en el número 6 de la calle Válgame Dios, en octubre de 2016, y según el arquitecto Guillermo Barrios, uno de los tres socios actuales, fue concebida en una isla: “Todo comenzó en un viaje a Bali que dio un giro y nos convirtió en compradores de todo lo relacionado con la cestería y sus objetos. El lugar inspiró nuestro emprendimiento de abrir un espacio para celebrar el arte y la artesanía de la fibra y el encuentro entre culturas. La simbología para nosotros era importante, al igual que el nombre del proyecto, que no esconde la esperanza de superar esta etapa tan dura en Venezuela”.
Durante el confinamiento decidieron cerrar su preciosísimo local de Chueca, que fue lugar de encuentro para muchos venezolanos, y replantearse una segunda etapa para el negocio. Desde el nuevo lugar de reunión, que es casa y también oficina, con unas vistas muy madrileñas a la rojiza y galdosiana plaza de las Comendadoras, Maitena, Guillermo y Marynell nos cuentan, gentiles y emocionados, que Cesta República evoluciona en su concepto y estrena una segunda temporada con nuevos protagonistas, nuevo look y nuevas locaciones, “ya que estaremos tanto en la tierra como en la nube con venta online de objetos de artistas y artesanos, exposiciones en diferentes locaciones y la gran novedad: viajes para grupos de 8 a 10 personas. El primero será a Dinamarca y se llamará Viaje a la Frontera del Diseño”.
Somos Ekipao: “Toda Madrid es mi oficina”
Kiki nos espera en La Gran Vía madrileña bajo un ardiente sol de verano, como a punto de filmar una escena almodovariana en medio del desconfinado tráfico de la zona. Tiene dos años en Madrid, pero antes de montar la agencia Somos Ekipao trabajó un año en el área de mercadeo, para aprender y entender el contexto. Desde que comenzaron se han especializado en marketing gastronómico, cultural y de entretenimiento. “Mi mantra es: todo comunica, lo que haces, cómo lo haces y hasta lo que no haces habla de ti como marca. De allí viene todo esto”.
Kiki dice que con el estallido de la pandemia pensaron que se paralizarían. “Pero sucedió todo lo contrario, porque el mundo gastronómico asumió que esto era definitivo y que había que activar los delivery. Fue necesario movilizar todo lo relacionado con el marketing digital, que es una de nuestras especializaciones, y aunque suene horrible decirlo nuestro crecimiento en estos meses ha sido muy bueno. El gran reto fue ayudar al cliente a vencer su miedo y también el del público. La supervivencia nos llevó a eso y hubo empresas que dentro del oscuro panorama crecieron hasta un 300 %. En Somos Ekipao debimos crear la estrategia comunicacional y las herramientas digitales, teniendo en cuenta el momento delicado que vivimos para no ofender a nadie ni mostrarnos boyantes. La experiencia en Venezuela, aunque diferente, fue muy útil para el tema de comunicar por contraste”.
Mantuano Chocolate: “Amamos el chocolate”
Giovanni y Gabriela nos reciben en su obrador en Puerta del Ángel, conocida como el Williamsburg madrileño por la cantidad de locales alternativos y alquileres más accesibles. “Comenzamos en 2019, con la idea de replicar el proyecto que tiene ya seis años en Venezuela. Primero enviamos chocolates a algunos clientes aquí en Europa y fueron muy bien recibidos, así que decidimos intentarlo y, por las facilidades del idioma y los costos reducidos, abrimos nuestro local aquí en Madrid, en la calle Galiana, 14. Aquí hay muchos venezolanos que conocen la marca y han funcionado como repetidores en la comunidad local. La idea del negocio es la distribución, aunque el obrador también funcione como tienda. Desde la web distribuimos hacia Suráfrica, Reino Unido, Italia”.
Al preguntarle sobre las claves del negocio y cómo sobrellevaron la pandemia nos comenta: “Poco a poco hemos ido conquistando al público español, que para nuestra sorpresa prefiere la tableta de chocolate con ají picante. En Mantuano tenemos dos elementos diferenciadores: uno es el empaque y el otro, que trabajamos con pura materia prima venezolana pero con ingredientes de acá, así que es un producto hecho en España. Durante la pandemia el negocio estuvo cerrado y yo me quedé atrapado en Venezuela, pero mantuvimos algunos delivery y eso compensó la situación a pesar de los gastos fijos. En verano el chocolate no se mueve mucho porque es un producto que no se asocia con el calor, pero como nuestros clientes también estuvieron cerrados, tenemos muchos pedidos para reponer”.
Blueyellow: “Mi proyecto crece con el ciclo natural de las plantas”
Carolina es arquitecto y lleva en su ADN una magnífica combinación californiana y caraqueña, aunque a primera vista se imponga la caraqueña, quien te envuelve con ese acento nuestro que te rescata de cualquier nostalgia. Blueyellow nació en 2014 para “hacer de esas maravillosas plantas aromáticas algo no perecedero, llevarlas a un plato, pero no en seco, que es el formato clásico. Y así comencé a cultivar.” Carolina comparte un pedacito de tierra de cuatrocientos metros cuadrados de agricultura ecológica: “Mi proyecto no es de autoconsumo y desplaza muchos conceptos que están ya establecidos. Nosotros hacemos conservas de aromáticas, yo cultivo la planta y hago la conserva en base a vinagre, aceite, sales, azúcares o sirope. Ha tenido muy buena receptividad pero en una medida muy pequeña. Para que sea sostenible tienes que alcanzar una cierta escala donde la operación funcione. A eso le estoy apostando, es un proyecto productivo y no recreativo que crece a la velocidad de la planta. El producto final se logra lentamente mediante un proceso de infusión: en un medio conservante como puede ser la sal, transfieres el sabor de la planta. Así se conservaban los alimentos antes y se mantienen intactos. Es medicina pura”.
Hacemos una primera parada en el estudio de producción que comparte con Luis Montenegro para hacer la entrevista y ver desplegadas en un gran set sus creaciones, que han sido elogiadas en el famoso blog de El Comidista de El País. De allí iremos a la finca, a veinte minutos de Madrid, en el Parque Agroecológico Soto de Grillo, donde tiene su cultivo. Antes, abrimos el intercambio: “En el tema de la agroecología fue muy complejo, porque si bien es cierto que el sistema de alimentación en España tiene una base intermedia de productores, para los muy pequeños como yo fue muy difícil movilizarnos, todo estaba estructurado para los grandes productores. Y aunque la finca no estaba en furor, se retrasó todo el sistema de semillado y tuve que cortar la comunicación con mis plantas. Entendí que lo esencial era lo esencial, dejé de vender los productos y los distribuí entre la gente que aún estaba abierta y podía aprovecharlos”.
Mientras vuelve a vivir el semillado, Caroline completa las actividades en blueyellow con talleres online y visitas guiadas a la finca con lo que ha llamado «experiencias de relación» entre cocina, agricultura y conciencia.
Taberna Angosta: “No podemos vivir con miedo, sino con responsabilidad”
Mariveni es periodista cultural, tiene diecisiete años en Europa y trece en España. Aunque no estaba en sus planes, terminó cayendo en la tentación de la hostelería y hoy lleva uno de los locales más castizos de La Latina, La Taberna Angosta, que cuenta con una terraza muy codiciada en el barrio, acomodada en un enclave a modo de patio de pueblo playero. Ya han llegado algunos clientes y hay pedidos, pero Mar, como la conocen por aquí, nos invita unas cervezas, se sienta y revela: “La Taberna comenzó sin yo querer, fue idea de un socioperiodista que tuve el primer año y al que terminé diciéndole que sí para adquirir la licencia, porque era una gran oportunidad. Creo que el emprendimiento es el arte de arriesgar, de saber que puedes perder y que puedes ganar. Esta taberna tiene treinta años, es un sitio pequeño y era viable sacarla adelante. Desde hace tres años la llevo solo yo y he tratado de darle un estilo propio, que junto a su raíz castiza sigue atrayendo a los clientes de toda la vida y a los nuevos que han llegado”.
Mar explica cuál ha sido su estrategia tras la reapertura, pues es parte del sector más golpeado en España:
El covid-19 me pilló en un año, el tercero, en el que la taberna como negocio empezaría a dar sus frutos, así que lo que he hecho es apagar todos los incendios y tirar para adelante o lo perdía todo.
La nueva gran apuesta ha sido la digitalización. Hicimos una página web con un sistema de reservas casero que ha aumentado la clientela. También ampliamos la carta tradicional, con nuevos platos como las berenjenas asiáticas inspiradas en las de un restaurante chino de Los Palos Grandes e incorporamos los brunch, que han sido un éxito los fines de semana. Por otra parte, el compromiso con mi negocio, la clientela, los amigos y familiares que trabajan conmigo ha tenido la fuerza de una piedra sobre la que construir: no podemos vivir con miedo, sino con responsabilidad. La Taberna Angosta es una marca establecida y nuestros clientes nos han visto currar sin descanso, eso ha creado un vínculo permanente que han recompensado consumiendo como Dios manda”.
Mobeo: La biciescuela de Matadero Madrid
En la sede de Mobeo, Álvaro es paciente y encantador, pero como todos, sin decirlo, se muere de calor. Cuando le pregunto por su historia hace un recuento perfecto. Está acostumbrado a los periodistas, ya que recientemente participó en un reportaje para Radio Nacional de España y apareció en el periódico El País.
“Llegué en 2012 para trabajar en una trasnacional y luego tomé la decisión de montar mi propio negocio. Como soy sociólogo y siempre me he dedicado al estudio de tendencias de consumo, sabía que iban a implementar el servicio de bicis públicas en Madrid y que eso traería una serie de implicaciones. Comenzamos montando una red de alquiler de bicicletas en hoteles y luego ganamos el concurso público para Matadero Madrid y desde ese momento estamos aquí».
«Fuimos los primeros. Empezamos con el alquiler de bicicletas y rutas guiadas, pero por aquí en 2013 no pasaba casi nadie, así que yo abría la tienda y se me acercaban señoras jubiladas que me comentaban que no sabían montar bicicleta. Comencé a enseñarles yo, porque me caían bien, y me convertí en el buen samaritano de las bicis. Esas señoras se convirtieron en replicantes y de pronto ya tenía un buen grupo de alumnas. Entonces decidí hacerlo bien, me uní con otro militante de la bici y juntos elaboramos un método de trabajo y de enseñanza. Así comenzó la bici escuela que es actualmente un 50 % del negocio y el alquiler de bici el otro 50 %. En un par de meses estrenaremos el portal aprendeamontarenbici.com que es el plan de expansión de la biciescuela, tanto para España como para Latinoamérica”.
Respecto al paso del covid, Álvaro relata el caso de Mobeo: “Si bien no aprovechamos el boom de venta o taller de bicicletas que se disparó en Madrid, sí hubo un beneficio con la biciescuela para niños, ya que los parques y espacios de ocio estuvieron cerrados”. Eso sí, concluye, “las pérdidas por la pandemia fueron muy altas, cerramos en los mejores meses del año y eso representa un 60 % de todo lo que se vende. Ha sido un impacto muy fuerte pero hay que seguir adelante y mejor en bicicleta”.