De la mentalidad de castillo sitiado a la mentalidad de territorio invadido
Lo que tenemos por Estado venezolano ha ido “manejando” la pandemia en dos etapas. Al principio se trataba de evitar que el virus entrara. Aprovechando el aislamiento aéreo del país, el régimen de Nicolás Maduro cerró casi todas las conexiones aeroportuarias que quedaban y desplegó una lógica militar, como la de un castillo bajo sitio, para intentar impedir que el virus entrara. Fue así como instaló esa suerte de pequeño Gulag para quienes entraban por tierra o por aire al país, con 14 días de cuarentena que en la práctica eran como una prisión. De paso aprovechó para hacer demagogia sobre el tema del “yo me quedo en Venezuela” para tratar a los migrantes como agentes patógenos, sobre todo cuando estos migrantes intentaban volver al país al quedarse sin trabajo (y sin acceso a la salud en el caso de estatus migratorio irregular) en sus países de acogida. Andrés Palencia contó su experiencia entrando desde Brasil.
Cuando el virus se extendió de todos modos, y unos cuantos jerarcas del PSUV se contagiaron, el régimen empezó a manejar la situación como un reino que estaba siendo invadido por un ejército enemigo. Comenzó el populismo epidemiológico, naturalmente ignorando a los especialistas y a las Academias. La dictadura incrementó la opacidad y la censura; llenó al país de alcabalas y por tanto de agentes de seguridad cobrando sobornos; siguiendo la escuela cubana culpó de todo a las sanciones, aunque las sanciones claramente establecen que no afectarán la importación de insumos de salud; usó la pandemia como excusa para demorar juicios, detener gente y presionar más a las ONG; y aprovechó la coyuntura para incrementar el control social, del mismo modo en que lo haría en una situación de guerra. Como dijo el coordinador de Provea, Rafael Uzcátegui, en esta entrevista, la pandemia le permitió al chavismo alcanzar el nivel de control sobre la sociedad que siempre quiso.
Una curva retrasada
Siempre sin datos confiables en un país que lleva más de cuatro años sin boletines epidemiológicos, la incapacidad del régimen para detener el contagio y para siquiera llevar una cuenta confiable de los casos se mantuvo mientras pasaban los meses y la población lidiaba con las medidas a su manera. Incluso con las escuelas cerradas y las familias forzadas a las clases a distancia, en un país con pésima conectividad, se fue haciendo patente que una población que depende en tan gran medida de actividades económicas informales para sobrevivir no cumpliría las medidas básicas de prevención. Entre fiestas clandestinas y playas atestadas, la curva finalmente subió, aunque distinta a la de países de la región. Ahora veremos unas tensiones que antes no había, y que van a asociadas a las pandemias desde que el mundo es mundo. Y por supuesto, las presiones sobre el devastado sistema de salud y el sector funerario que estábamos temiendo desde el principio que ocurrieran.
Las colectas desesperadas de la indefensión
En Caracas Chronicles, Arnaldo Espinoza hizo un análisis de lo que pudo averiguar con el website GoFundMe, una de las vías que más usan los venezolanos para intentar reunir dinero para pagar tratamientos de covid en Venezuela, además de gastos funerarios, tratamientos por muchas otras cosas como cáncer, y toda suerte de proyectos, desde emprendimientos hasta activismo. Entre las cosas que encontró Arnaldo, está que para el 14 de abril ya había 2.338 campañas en GoFundMe, abiertas al mismo tiempo, relacionadas con covid y con Venezuela. O sea, solo en ese servicio había esa cantidad de colectas en curso.
En abril, el número de campañas venezolanas para gastos de covid en GoFundMe empezó a crecer a un ritmo del 16% por semana.
Arnaldo escogió 200 de esas campañas al azar y determinó que 68% de ellas no habían reunido ni la mitad del dinero que pedían, y un 25% solo llevaba menos de un tercio de su meta. La campaña típica de esa muestra pedía unos 14.000 dólares y reunía 3.500, cuando un día de terapia intensiva en Caracas cuesta como 3.000 dólares.
El impacto en el personal de salud
Aparte de GoFundMe, otro indicador parcial que podemos mirar para hacernos una idea de cuán grave es la cosa más allá de las cuestionables cifras oficiales es el monitoreo que llevan organizaciones gremiales como Médicos Unidos por Venezuela. Ante la indefensión del personal de salud en los hospitales, ellos empezaron a contar cuánto personal sanitario iba falleciendo, y la proporción es alarmante. Esa organización contabiliza hasta hoy 485 muertos por criterios de covid en el personal de salud venezolano desde el comienzo de la pandemia, alrededor de una cuarta parte de las muertes acumuladas según las cifras oficiales más recientes: 1.853. Abundan historias como la del doctor Téofilo Ortega, que contó su colega Rubén Peralta.
La economía: una raya más para un tigre
Las medidas de confinamiento interrumpieron la leve recuperación que se estaba experimentando en lugares como Margarita a causa de la extensión del dólar, y por otro lado aceleraron la dolarización en el sector seguros, primero mediante empresas extranjeras que no se someten a las normas que rigen a las aseguradoras locales. Pero también estimularon el crecimiento de los servicios de delivery, en la medida en que la escasez de combustible lo ha permitido. Sin embargo, está por verse el impacto de la reducción en las remesas de la diáspora en el ingreso de las familias venezolanas, y no será fácil distinguir, en los indicadores que deje 2021 en cuanto a hiperinflación, retroceso del PIB y devaluación del bolívar, cuánto será culpa de la pandemia, cuánto de las sanciones, y cuánto de la incapacidad del régimen para abrir la economía y estimular la producción.
La politización de las vacunas
Era de esperar, en todo este contexto, que el tema vacunas se politizara también en Venezuela. Ha sido un asunto muy delicado en muchos países; en España, Estados Unidos o Brasil por el movimiento de resistencia a las vacunas estimulado por grupos de ultraderecha o religiosos, y personajes como Miguel Bosé, Donald Trump y Jair Bolsonaro; en países en desarrollo y espacios como Naciones Unidas por las inequidades en el acceso masivo a un producto costoso como una vacuna; y a nivel global por la retórica de competencia, sobre todo de parte del gobierno ruso, que no solo se adelantó a ofrecer su vacuna Sputnik V antes que todas las demás aunque su eficacia no hubiera sido probada, sino que al parecer ha hecho guerra sucia para estimular las dudas sobre competidoras como la de AstraZeneca.
Maduro politizó las vacunas a su manera también, como previó Juan Carlos Gabaldón en esta nota, y como hoy cuenta en detalle Julett Pineda en Caracas Chronicles. Para el régimen, demorar el ingreso masivo de más vacunas y dejar así que siga muriendo gente es menos importante que permitir que la oposición se anote un éxito al contribuir a comprar vacunas mediante el mecanismo Covax; que asegurarse de que las únicas vacunas disponibles vengan de sus aliados externos; y que los ciudadanos comunes que accedan a las vacunas lo hagan solo si tienen el Carnet de la Patria.
Jorge Rodríguez dice que hay un plan de vacunación, aunque es desconocido, y desestima todo intento de ayudar por parte de la oposición o de Fedecámaras. NI siquiera 1% de los venezolanos han sido vacunados hasta ahora. Mientras tanto, con la población cada vez más alarmada por la extensión del virus, ya sabemos de personal de salud protestando para que lo vacunen (cuando en otros países hay protestas de anti vaxxers) y de mercado negro: 250 dólares por dos inyecciones de Sputnik V. Muchas historias quedan por escuchar, y por contar, sobre la pandemia de covid en Venezuela.