No me gustan los memes: los amo. Y los amo tanto que no me limito a verlos y compartirlos, sino que investigo sobre ellos, escribo sobre ellos, y algunas veces también los hago. Hace años dejé de publicar fotos de mí en Facebook; ahora solo comparto memes y espero las reacciones de mis amigos porque soy adicta a recibir la validación de otras personas a través de Internet.
Como me cuesta decir las cosas cara a cara y contestar llamadas —un clásico de los millennials— los memes pueden hacer que el proceso de comunicación sea mucho más sencillo. No es lo mismo decirle a alguien “eso que dijiste está mal, no comparto tu opinión” que mandarle una imagen de Soraya Montenegro “juzgándolo en español”.
Soraya te representa: tú también estás juzgando a la otra persona en español o en cualquier otro idioma —y él o ella lo sabe, pero Soraya los ayuda a recapacitar. Nadie puede luchar contra una mujer que ataca sin piedad a una “maldita lisiada”.
Los memes son un lenguaje porque nos permiten expresar sentimientos u opiniones e interactuar con otras personas mientras nos reímos de los problemas que nos agobian a todos.
Pero ya va, ¿qué carrizo es un meme?
En su libro El gen egoísta de 1976, Richard Dawkins planteó la existencia de un elemento mucho más importante que el gen: el meme. Los biólogos lo definen como una unidad de transmisión cultural que se replica a través de la imitación, de persona a persona. Pero es mucho más conocida la otra concepción de meme.
En los foros de Internet un meme es cualquier video, audio, imagen, frase llamativa y/o texto que se comparta en la web. Es decir, no importa si las imágenes vienen con su tipografía característica Impact Bold o con Comic Sans, protagonizado por un Minion o un Piolín, lo importante es que el contenido que compartas capture una idea, sea conciso y cause gracia. Ese es un elemento clave en un meme: el humor.
El humor nos atrae a todos y nos conecta, nos une. También nos ayuda a diluir y a procesar la información, y a aceptar de manera positiva lo que nos dicen… a menos que nos digan que parecemos una pintura renacentista: en ese caso, por más halagador que parezca, es probable que nos estén llamando muy dramáticos o poco atractivos.
Los memes son vehículos para las asociaciones. Les atribuimos significados dependiendo de un contexto, con la intención de que las personas con quienes los compartimos se sientan identificados.
Al extraer esas imágenes de un contexto, las enriquecemos al vincularlas con uno nuevo. Dos contextos diferentes pueden confluir en una imagen para crear una nueva realidad.
El lenguaje de los memes es rico tanto en su dinámica como en su intencionalidad. Los memes desarrollan registros emocionales, un modo de informar la realidad, un coro que relativiza la realidad. Se construyen con hechos reales, situaciones vividas o noticias del momento en el cual surgen. Se nutren de la realidad, la retratan, y la presentan desde otras perspectivas.
En Venezuela pasan tantas cosas diariamente que sería casi imposible no aprovechar las noticias para hacer memes. Estas construcciones de imagen y texto nos abren la puerta a un universo de referencias. Nos muestran la manera en la que nos vemos y cómo percibimos a los que nos rodean. Con los memes, descubrimos palabras, costumbres y estereotipos.
Si no fuese por los memes no sabríamos cómo viven en Margarita.
O qué nos quita el sueño.
O cuál es uno de nuestros mayores miedos.
En el 2017, durante una protesta cerca de la Universidad Central de Venezuela, me encontré a un amigo y me propuso trabajo:
—Quiero memes de noticias. Te voy a pagar por ellos –me dijo seriamente.
—Juan, yo no hago memes, solo los comparto.
—Ese es el primer paso. Yo creo en ti, fuerza y fe.
Esas palabras me llegaron al corazón y decidí aceptar.
La primera semana me di cuenta de tres cosas.
Primero, no puedes hacer o entender un meme sin estar informado. Aun cuando solo quieras modificar, transformar o distorsionar una idea, debes conocer el tema para poder convertirlo en un chiste. El meme es el titular de una noticia y el que lo lee se ríe con él cuando ya tiene el contexto claro.
Lo segundo que aprendí es que todos en algún momento podemos hacer un meme. Que sea bueno o se haga viral es otra cosa. Como cualquier otro lenguaje los memes son algo que se aprenden con la práctica. La capacidad de atribuir referencias con precisión está hecha de niveles que vamos desbloqueando, dependiendo de cuánto tiempo le dediquemos a estar en Internet. Nosotros nos ponemos los límites.
Tercero, los memes dan risa pero son algo serio. Todos los aspectos de la sociedad se pueden retratar con memes: inseguridad, economía, política, salud, educación, etcétera. Los memes son una obra efímera, se crean tantos diariamente que muchos de ellos se pierden rápidamente en el mar de Internet. Aquellos memes que se hacen virales, que son compartidos en muros personales o guardados en un teléfono registran un momento, un sentimiento, una idea.
Leer sobre memes, no solo sobre un meme específico sino sobre la teorías de los memes desde diferentes áreas de estudio, puede ser tan fascinante como compartirlos.
Y sí, me pagaron por mis memes. No eran buenos pero a mi jefe le daban risa.