Estabas de lo más entretenido porque durante cuatro días el mundo había dejado de hablar con tanta insistencia del coronavirus y todos estaban pendientes de las elecciones en los Estados Unidos. En esos días, de subido interés por los vericuetos formales de una democracia en la que parece que el ciudadano no elige a su presidente sino en colegiados niveles de separación, no habías leído tantas teorías de la conspiración sobre laboratorios chinos y vacunas con chips.
De repente, por no dejar, echas un vistazo a tuiter y te encuentras con que un influencer venezolano no ha dejado escapar la oportunidad para establecer vínculos insospechados: “Luce plausible”, escribe, “que el ‘virus chino’ fue una estrategia para promover el ‘voto por correo’ y hacer [el] fraude más grande de la historia de la humanidad. A los ‘progre’ les creo capaces de todo. Fraguaron el golpe de Estado al mejor presidente de USA desde Lincoln”.
Bueno, te dices, tampoco hace falta ser genio para descubrir todas las trampas detrás de semejante tontería. Empezando por el clásico “luce plausible” detrás del cual se esconde el típico teórico de la conspiración que dice que solo plantea eso, una teoría; pasando por el “virus chino”, revelador de que el autor, a priori, se apunta a una ya muy extendida teoría según la cual el virus fue “creado” por los chinos. Ya con eso no tiene sentido ponerse a pelear por tuiter con un tipo que cree que el coronavirus pudiera ser parte de una estrategia electoral para que la gente votase por correo y montar un fraude (¿cómo?). A este paranoico influencer se le puede obviar, te dices, no es cosa de darle publicidad con comentarios sarcásticos que a la larga multipliquen el disparate.
Vuelves a concentrarte en los vertiginosos conteos en Estados de la Unión en los que jamás has estado y a distraerte con porcentajes que suben y suben y que ya parecen dar por concluido el asunto. La barrita azul se acerca indetenible hasta la marca de los 270 cuando te llega un mensaje al grupo de la familia del güasap. El grupo ha estado muy activo estos días. Hay familiares en Venezuela, España, EEUU, Argentina, Portugal… Varios piensan que sería una tragedia el triunfo de Biden: ese viejito pánfilo no tiene nada en la bola y va a negociar con Maduro. Otros no están tan convencidos, para ellos Trump es un ególatra populista que les recuerda los peores excesos de Chávez y al que en realidad “le sabe a bola” (tu primo David dixit) Venezuela.
El mensaje que acaba de caer es de tu tía Berta (tan bella tu tía Berta, siempre tan cariñosa, tan sensata en todo). El mensaje dice así: “Luce plausible que el ‘virus chino’ fue una estrategia para promover el ‘voto por correo’ y hacer [el] fraude más grande de la historia de la humanidad. A los ‘progre’ les creo capaces de todo. Fraguaron el golpe de Estado al mejor presidente de USA desde Lincoln”. ¡Coño!, te dices. ¡Coño!, te repites. Para nada te luce plausible que tu querida tía Berta empiece una frase con la ridiculísima expresión “luce plausible”, pero además tu tía Berta jamás ha hablado de los “progre”, ni bien ni mal, nada. Tu tía Berta además es una mujer culta (se jubiló de educadora) y sabe un montón de historia, o sea que es muy probable que por lo menos sepa sobre Lincoln.
Es evidente que la tía ha levantado el texto del mismo sitio en que los has leído tú, el célebre influencer de tuiter, y lo ha copipeisteado en el grupo de la familia. Bueno, la tía Berta no tiene cuenta en tuiter, pero capaz el texto anda por ahí rodando y le ha caído por otros grupos de güasap, porque la tía Berta está como en siete mil grupos.
Una cosa es que un pobre tipo esté escribiendo imbecilidades por tuiter, que para eso está, y otra muy distinta que la tía Berta meta este tipo de cosas en el grupo de la familia. Sobre todo porque la primera respuesta es la de tu papá, que está en Venezuela y está comprensiblemente harto de casi todo: “Chica Bertica, querida hermana, qué buen comentario. Más pronto que tarde saldrá la verdad y nos daremos cuenta de que la izquierda quiere acabar con el mundo” (sigue un estiquer de Trump pintando una paloma).
Se enciende tu alarma mental, pero no te da tiempo a reaccionar porque tu primo David desde Bogotá lo ha hecho antes que tú y ha escrito un USTEDE VOLVIERON TODOS LOCOS PAL COÑO CUERDA E PAJUOS!!!??? (así en mayúsculas y seguido de un estiquer de una señora parando un carrito por puesto que dice “Manicomio”). A ti te parece también una locura el texto que ha montado la tía Berta y la reacción de tu papá, pero te da mucha rabia que tu primo David se ponga a insultar a su tío (tu papá) y a tu tía Berta (que de hecho es la mamá de tu primo David y te parece feísimo que un hijo le hable así a su madre).
Cuando ya vas a defender a tu tía con: “Espérate un momentico, primo, que mi tía dirá muchas estupideces pero no es una loca pajúa”, interviene tu hermana. “No me parece que lo que escribe tía Berta sea una locura. En Venezuela ya tenemos experiencia con los progre y sabemos que son capaces de eso y más. Más cuando están organizados internacionalmente por el Foro de Sao Paulo y financiados por gente como Soros”.
Nadie en tu familia había mencionado a George Soros antes y ya estás francamente asustado. Es cuando me dejas aquel mensaje: “Pana, ¡socorro ayuda plis! Tú que siempre estás escribiendo cosas sobre teorías de la conspiración dime, porfa, ¿qué le digo a la mitad de mi familia que perdió la razón así de repente? Que sean trumpistas, bueno, me molesta, pero cada cabeza es un mundo y tal, ¿pero cómo les respondo a cosas como que el coronavirus es una estrategia para hacer fraude a elecciones?”
Aquí es donde quedo mal porque mi primera respuesta de entrada es, no sé. Resulta que hay miles de estrategias de psicología pop, couching, programación neurolingüística y otras charlatanerías de moda que te dirán que no los enfrentes; que hagas una especie de mayéutica con la persona y la lleves con argumentos racionales hacia, bueno, argumentos racionales; o que no, que mejor no ataques a la persona directamente sino des un rodeo, concede ciertos argumentos muy generales del tipo “por supuesto que la gente conspira pero no todo el tiempo”; o no, mejor haz como tu primo David, insulta y desengancha, ridiculiza y deja que la persona se pudra en el caldo de sus propias incoherencias. Algunas veces, con algunas personas, algo de esto dará resultado, puede que tu tía Berta se sienta ofendida pero la verdad es que ella piensa que tu primo David y tú siempre han sido los más inteligentes de la familia, por lo tanto quizás tengan razón y los “progre” no hayan liberado el “virus chino” para que la gente votara por correo y así cometer fraude.
Como decía a veces tu tía Berta, “si te digo la verdad, te miento”. La verdad es que no es tan sencillo.
Las teorías de la conspiración por lo general se “desmontan” muy fácilmente, pero eso no es lo mismo que decir que ese desmontar se demuestre fácilmente y mucho menos que convenza.
Seguro que muchos han pasado por el engorroso proceso de intentar desmontar una teoría de la conspiración delante del teórico de la conspiración. Uno va decidido a discutir, argumentar y mostrar, pero a cada movida el teórico de la conspiración contraataca con otra jugada que, aunque parece desafiar la salud mental, es aún más difícil de contestar. Nada que esté en contra de la teoría de la conspiración se salva de ser parte de la conspiración. El esfuerzo puede dejarte agotado, triste, preocupado por la otra persona y sin argumentos: si todos los medios que lees, los artículos académicos que citas y las opiniones que respetas, son parte de la conspiración, entonces no hay manera de que puedas ganar la discusión.
Las teorías de la conspiración son discursos circulares que se refuerzan a sí mismos. Tienen una lógica interna, no son “locos”. Responden a la necesidad de explicar eventos que parecen avasallantes e incontrolables. El señalar a culpables, no importa cuán poderosos, resulta consolador y da cierto sentido de control a la persona, por lo menos sabe quién es el malo de la partida. En un mundo complejo, remiten a un mundo más simple de valores absolutos: el bien, el mal, o mejor aún, los buenos, los malos. Todo lo que creíamos firme está en crisis por una pandemia, ¿de verdad quieren que creamos que tal calamidad es un evento natural y que un virus “pasó”, así como si nada, de animales a humanos? ¿No es más sencillo y reconfortante “saber” que hay unos tipos muy malos que crearon el virus con un propósito determinado?
Mejor si, una vez que sé que alguien ha creado el virus, logro conectar esa verdad con otras verdades que andan por ahí. Si alguien creó y regó el virus lo hizo con algún propósito, muy malo por supuesto. Resulta que Trump desde hacía tiempo venía cuestionando el voto por correo en Estados Unidos. Sin pruebas (ni falta hacen, los Progre son capaces de todo), Trump aseguraba que los Demócratas usaban el voto por correo para cometer fraude (la forma en la que supuestamente se cometería ese fraude es tan enrollada que requiere otra teoría de la conspiración gigantesca, cosa que no es problema, las hay para escoger en Internet). El miedo al virus hizo que muchos estadounidenses prefiriesen votar por correo. ¿Lo ves? Pero si es muy simple, ya sabemos que alguien creó el virus con un propósito y ya tenemos un propósito que se ajusta perfectamente a un efecto del virus: más gente vota por correo. Los chinos crearon el virus para que los demócratas pudieran hacer fraude en las elecciones y perdiera Trump. ¿Crees tener la respuesta clara para rebatir esto? ¡Pero si está clarísimo que “los chinos” querían que ganara Trump! De hecho, han hecho llave con Rusia y se han negado a felicitar a Biden hasta que “se aclaren los aspectos judiciales”. Pues no, los chinos quieren destruir los Estados Unidos, y la mejor forma de destruir a Estados Unidos es destruyendo a Trump. ¿Te das por vencido?
Lamentablemente no hay una receta mágica para romper el círculo. Hay algunas ingenuidades circulando, como por ejemplo confrontar a la persona con fuentes fiables, usar argumentos racionales, apelar a la lógica… Todo eso está bien y por supuesto que funciona con algunas personas. Pero así, de golpe, es el equivalente a tener a un paranoico delante y que un psicólogo te diga al oído “enfréntalo al principio de la realidad, vamos, adelante”. Es muy probable que el paranoico te lance el principio de la realidad a la cara.
Con los enganchados en el pensamiento conspirativo pasa lo mismo. La industria del entretenimiento lleva demasiados años reblandeciéndonos el cerebro; políticos sin escrúpulo llevan siglos usando las conspiraciones como excusas; gobiernos enteros las han convertido en parte de su retórica oficial (¿has oído hablar de Venezuela?). Tu tía Berta tiene hambre de explicaciones, pero es probable que no quiera verdades sino certezas, seguridades y absolutos. No todo el mundo quiere saber cosas, muchos solo quieren oír exactamente las cosas que corroboran lo que ya creían. Pasarán horas “investigando” por Internet, y con toda probabilidad encontrarán lo que buscan. Si tú quieres hacer mella en lo que tu tía se ha montado en la cabeza, vas a tener que pasar con ella las mismas horas que ella ha pasado en chats y páginas oscuras.
No te estoy sugiriendo que tires la toalla, pero sí tienes que asumir que el primer paso para enfrentar este tema es saber que no será suficiente con “enfrentarla al principio de la realidad” porque ella ha definido esa realidad de manera muy distinta a como la defines tú. Ni tú ni yo somos psicólogos, pero tenemos que actuar como verdaderos terapeutas: poquito a poquito.