Cada vez más y más migrantes venezolanos forzados están arriesgando sus vidas atravesando siete o más fronteras internacionales para cruzar al final un río o un desierto al norte de México. Con la guía de traficantes inescrupulosos y amenazados por bandas armadas locales, miles cruzan el temible Tapón del Darién, entre Panamá y Colombia, en busca de seguridad y oportunidades y con la meta de alcanzar Estados Unidos. Quienes finalmente llegan a ese país, apenas pisan suelo son detenidos por agentes del Servicio de Protección de Aduanas y Fronteras (Customs and Border Protection, CBP), que los entrega al Servicio de Inmigración y Fronteras (Immigration and Customs Enforcement, ICE) para los procesos siguientes.
¿Pero qué pasa con estos migrantes a partir de ahí? El fin de ese viaje tan peligroso no significa que ya vivirán felices para siempre en el “sueño americano”. No, ahí empieza una nueva travesía, que involucra un complejo laberinto de agencias federales, tribunales, papeles, evidencia legal y, a veces, largos periodos de detención.
La gran mayoría de los migrantes que cruza la frontera sur de EEUU sin inspección solicita asilo. Que aprueben su solicitud de asilo depende de muchos factores; uno de los más significativos es quién evalúa su solicitud.
Hay unos pocos jueces de inmigración cuya tasa de aprobación de asilos es superior al 62 por ciento —si pudieras escoger, querrías que te tocara uno de ellos—, pero hay otros con tasas de desaprobación de aplicaciones de 97 por ciento, o hasta más.
Estas grandes diferencias muestran que el mismo conjunto de hechos puede conducir a resultados muy distintos, según el juez que decida sobre un caso.
Distintos caminos para distintos migrantes
Antes de que un migrante llegue a un juez que evalúe su solicitud de asilo, pueden pasar muchas cosas. Hay que entender los incontables escenarios y que no todo el mundo va por la misma ruta, pero la mayor parte de los casos tiende a seguir ciertos patrones.
La frontera estadounidense está muy vigilada, así que es poco probable que los migrantes esquiven una detención y pasen sin ser vistos a Miami, New York, o cualquier otro sitio donde puedan tener amigos o parientes que los ayuden a establecerse. Los coyotes suelen decirle a los migrantes que solo se entreguen a las autoridades, y eso es lo que ocurre por lo general. Algunas personas tratan de que no los agarren yéndose por el desierto de Arizona, lo cual aumenta los riesgos de un viaje que ya ha sido largo y peligroso. La naturaleza podría ser implacable y muchos mueren en el intento. Pero, de nuevo, la mayoría ni siquiera prueba esa vía.
Cuando los agentes de inmigración detienen a gente que acaba de cruzar la frontera, la destinan a una de las siguientes categorías: menores sin acompañante, familias con menores, familias sin menores y adultos en solitario. Entonces, chequean las huellas digitales de cada quien y someten a cada persona de al menos 14 años a un software de reconocimiento facial, para mirar su historial de inmigración o si están en una base de datos de criminales.
A los menores no acompañados los asignan a una agencia específica que se encarga de alojarlos hasta que un adulto puede irlos a buscar. Son refugios que se parecen más a un orfanato que a una prisión.
Las familias con menores tienden a ser procesadas muy rápido y las liberan unas 48 horas después de haberlas detenido. Los adultos sin niños pueden tomar distintos caminos, desde liberarlos tan rápido como a una madre con bebés, hasta detenerlos indefinidamente. Si los liberan, quedan todavía en el sistema y están expuestos a removal proceedings, es decir, a procesos que pueden culminar en la deportación.
La detención por la ICE: igualita a la cárcel
El proceso de detención de adultos es complicado y en buena medida arbitrario. Dos adultos que llegan al mismo tiempo pero a puntos distintos de la frontera pueden ser tratados de maneras muy diferentes, aunque ninguno de los dos represente una amenaza a la seguridad por alguna conducta criminal en su pasado. Mientras la CBP y la ICE deciden cuál será el siguiente paso, esos detenidos esperan en pequeñas celdas donde el aire acondicionado es particularmente fuerte: son las llamadas hieleras, o neveras, donde la gente pasar unas 48 horas. Aunque a los migrantes les dan cobijas de aluminio, la temperatura de la celda es como un anestesiante y todo el mundo se queda tranquilo aguantando el frío.
Desde ese punto, envían a los detenidos a los centros de detención de la ICE, la mayoría de los cuales están en los estados de Texas, Arizona, Louisiana y Mississippi.
Estar detenido por la ICE es como estar en una cárcel. Esposan a las personas para moverlas de un edificio a otro. El trato médico da miedo. Hay que usar una braga naranja o gris, y se comparte celdas con otros migrantes desconocidos. Por un incidente más bien insignificante, que se considere de mala conducta, se pueden recibir castigos como varios días de confinamiento en solitario, o incluso ser clasificado como alguien que debe ser enviado al ala donde están los detenidos “peligrosos”, con un uniforme rojo. Allí puede compartirse celda con narcotraficantes o asesinos.
Cualquier adulto que cruce la frontera, aunque no haya ninguna evidencia de que es un riesgo para Estados Unidos, puede terminar detenido, solo por haber atravesado la frontera de manera irregular.
En 2022, es simple cuestión de suerte si a un migrante detenido lo sueltan en un par de días o si en cambio pasa dos meses tras las rejas. Con el gobierno anterior, lo normal eran periodos más largos de detención, y una mayor proporción de migrantes. El número de detenidos y el tiempo que pasan en los centros de detención se han reducido, pero todavía detienen gente.
Para que lo suelten, un migrante detenido debe acordar con la ICE el pago de una fianza o solicitar una Custody Determination Hearing (una audiencia para determinar la custodia) con un juez. Hacer esto sin un abogado es como practicarse una operación quirúrgica uno mismo: no es imposible, pero puede que no sea la mejor idea. Las fianzas van de los 2.000 a los 20.000 dólares, la mayoría en torno a los 10.000. Hay compañías que pagan la fianza, pero el migrante queda endeudado con ellas y con altos intereses. La gente puede salir del centro de detención, pero sometido al sistema y debiendo 10.000 dólares más intereses, antes de que su solicitud de asilo sea siquiera introducida.
El proceso tras salir de un centro de detención
Cuando liberan a un migrante detenido —sea tras dos días o dos meses, y tanto si es menor de edad como adulto—, Estados Unidos aún no ha decidido si rechazar o aceptar la solicitud de asilo que puede determinar si esa persona se puede quedar legalmente en el país.
Los agentes de la ICE le entregan a los antiguos detenidos una Notice to Appear (una notificación para comparecer), que significa que ese migrante puede ser deportado y tiene que presentarse ante un juez de inmigración para defender su causa. Es entonces cuando podrán presentar su solicitud de asilo ante la corte de inmigración con jurisdicción sobre su nuevo domicilio.
Algunos casos se cuelan entre las grietas del sistema y los migrantes pueden introducir su caso de asilo ante una agencia administrativa: US Customs and Immigration Services (USCIS). Aunque esto debe hacerse antes de que pase un año, no es del todo malo porque le permite a un migrante intentar hacer avanzar su solicitud de asilo con un agente antes de pasar por una corte. Si el caso es aprobado por USCIS, se resuelve felizmente sin haber visto nunca a un juez. Pero si USCIS lo rechaza, termina donde debió haber comenzado: en un tribunal de inmigración.
Los menores que han sido abandonados, descuidados o maltratados por al menos un progenitor tienen una alternativa interesante al asilo, que se conoce como Special Immigrant Juvenile Status (SIJ). Esto requiere un proceso de dos pasos, el primero de los cuales se rige por la ley de cada estado, de modo que el domicilio del menor determina si se le concede o no.
Porque hay estados más receptivos que otros, e incluso dentro de un mismo estado las tasas de aprobación varían con el condado. Si un juez estatal determina que el menor ha sido abandonado, descuidado o maltratado y que no es conveniente enviarlo de vuelta a Venezuela, ese menor puede solicitar una tarjeta de residencia o green card a USCIS. La cosa es que nunca podrá introducir una petición de residencia para sus padres, ni siquiera para el que en efecto se encargaba de ese menor.
Quien tiene una solicitud de asilo trancada debe persuadir a las autoridades de que corre un riesgo individual si vuelven a Venezuela, a causa de sus opiniones políticas o de su pertenencia a un grupo social particular, una raza, una religión o una nacionalidad.
No, el hecho de que Estados Unidos reconozca que hay una crisis humanitaria y una violación masiva de derechos humanos en Venezuela no es ni remotamente suficiente.
Haber pertenecido a un partido de oposición, haber acudido a marchas donde hubo represión, o el haber sido víctima de crímenes violentos a manos de criminales sin identificar tampoco suele bastar para que se apruebe una solicitud de asilo.
Un asilo se aprueba cuando el juez considera que el migrante sufre un riesgo claro de ser blanco de persecución por parte del régimen venezolano, o de un grupo que el régimen no quiere o no puede controlar, lo cual no incluye a la delincuencia.
El riesgo real de la deportación
Los procesos pueden tomarse apenas ocho meses o pueden durar más de seis años, según múltiples factores. Si un juez niega el asilo, puede emitir una orden de remoción del país. Se puede apelar, pero eso no suele darle más tiempo al solicitante y puede costar mucho dinero. Sin vuelos directos entre EEUU y Venezuela, las deportaciones en masa son impracticables. Hoy en día, las deportaciones de venezolanos son raras y solo se hacen con unos pocos, pero todavía pueden ocurrir.
Miles de venezolanos han recibido la orden de remoción, pero siguen en EEUU, sabiendo que cualquier día los pueden obligar a irse. El Estatuto de Protección Temporal (TPS), otorgado el 8 de marzo de 2021, solo es válido para quienes habían llegado antes de esa fecha.
Las decenas de miles de venezolanos que han cruzado la frontera luego de eso no están protegidos por el TPS. Si no les dan asilo ni SIJ ni ninguna otra figura de apoyo, pueden deportarlos de regreso a Venezuela.
Para muchos, el largo viaje a través del Tapón del Darién, América Central y México, con todos sus peligros y sus costos, puede terminar en el aeropuerto de Maiquetía, al cabo de dos años.
Otros podrán demostrar que sus solicitudes de asilo son válidas para un juez de inmigración, y construirán una vida en Estados Unidos, con sus luchas y sus éxitos, y entrar en el camino a la ciudadanía americana.