Sheroanawe Hakihiiwe es un hombre de pocas palabras, y quizás eso nos lleve a pensar que de ahí viene la fuerza de su expresión visual. Pero al hablar de su infancia, se enfoca en describir los enérgicos colores y formas que acompañan sus primeros recuerdos: “En mi comunidad en la selva, las mujeres hacen y pintan las cestas. Los hombres hacen y pintan las flechas. Celebramos y bailamos, pintamos nuestros cuerpos con colores naturales de las plantas y los animales”, explica Hakihiiwe en su lengua originaria en un video. “Los pintamos con líneas, puntos, animales, gusanos, mariposas y otros insectos. Usamos distintos colores, y tanto niños como adultos pintan su cuerpo. Eso nos hace felices».
Hakihiiwe nació en El Sheroana, una comunidad en las profundidades de la selva amazónica, en 1971. Actualmente vive entre Caracas y El Platanal, una comunidad yanomami en el Alto Orinoco cercana a Mahekoto-Teri. Desde principios de los noventa, Hakihiiwe ha desarrollado un trabajo visual y artesanal centrándose en el rescate de la memoria oral de su tierra a través de representaciones de su cosmogonía y su visión de la selva, animales, plantas, ríos.
El papel artesanal de fibra ha tenido un rol fundamental en la obra de Hakihiiwe. En 1992 fundó el proyecto editorial autosustentable Yanomami Owë Mamotima, que se traduce como: Nosotros los yanomami aprendiendo a hacer papel, junto a la artista mexicana Laura Anderson Barbata, que publica libros colectivos hechos a mano por la comunidad yanomami. Entre ellos está Shapono, un libro de texto e ilustración que ganó el premio al Mejor Libro del Año según el CENAL en el año 2000, e Iwariwë, libro que fue exhibido en la exposición del mismo nombre en el 2012 en la Universidad de Massachusetts de Boston.
La confección de papel de fibras naturales, el dibujo y la implementación de técnicas de grabado también se han abierto paso en su trabajo personal a través de representaciones del imaginario de su cultura. En 2010 empezó su colaboración con el artista visual y curador Luis Romero, y juntos han llevado a cabo una de las más interesantes aproximaciones al arte yanomami en Venezuela.
Hoy, Hakihiiwe se ha convertido en uno de los mayores exponentes del arte contemporáneo venezolano e indígena. En 2019 el British Museum adquirió su obra Shitikari, como una pieza que desafía las representaciones tradicionales de América Latina; y ese mismo año ganó el XII Premio Illy SustainArt que se otorga en el marco de la feria ARCOmadrid, una de las ferias de arte contemporáneo más prestigiosas de Europa.
En 2022, Hakihiiwe presentó un conjunto de 15 obras sobre papel de morera y de caña estucado en la 59ª Bienal de Venecia en representación del país. Este año la Art Gallery of New South Wales en Sidney compró uno de sus dibujos y el Museum of Modern Art (MoMA) compró ocho de sus piezas. Hakihiiwe es uno de los artistas representados por una de las galerías más influyentes del mundo, Marlborough.
La relevancia de la obra de Sheroanawe en el panorama nacional e internacional ha sido posible gracias a una red de apoyo que va más allá de la visión, la autenticidad, y el talento de su creador. Su galería representante, ABRA, fundada en 2016 y dirigida por Luis Romero y Melina Fernández Temes, ha sido fundamental en distintas facetas de la conceptualización, creación, promoción y distribución de su cuerpo de obras. ABRA se ha convertido en uno de los espacios de arte contemporáneo más interesantes de Caracas y ha sido la casa expositiva de 27 artistas venezolanos emergentes, de mediana y larga trayectoria. ABRA se define por la visión multidisciplinaria de sus directores, que no solo se nutren una de la otra, sino que buscan dialogar a través de encuentros entre un público abierto y una gran diversidad de expresiones creativas que surgen a lo largo del país.
Entrevistamos a Sheroanawe Hakihiiwe y a su curador Luis Romero, acerca de su última exposición en ABRA,, «Parimi nahi» (La casa eterna del chamán), en la cual muestra una nueva faceta de su trabajo visual.
Quisiera empezar con tu relación con el arte, cuándo empezaste a pintar y cómo empezaste a hacer papel.
Sheroanawe Hakihiiwe: Aprendí mucho de mi mamá, que hacía artesanía y también pintaba, y verla me llevó a pintar en papel. Empecé a trabajar aprendiendo a hacer papel artesanal y papel de fibra reciclado gracias a Laura (Anderson Barbata), que era una guía de papel artesanal y nos explicó que era bueno empezar con fibra de yagrumo. Recoger la fibra de shiki era mucho trabajo, pero mi familia me ayudó. Ahora seguimos con el proyecto del taller.
Luis Romero: Cuando el taller de papel artesanal se fundó con Laura, quien se encargó de la organización, la idea era hacer un libro en el que Sheroanawe, Laura y otros miembros de la comunidad colaboraran en la transcripción del relato mítico acerca de la primera casa. Ese impulso inicial devino en la producción de papelería comercializada con el sello del proyecto, Owë Mamotima. En 2008 Laura y el profesor Álvaro González instalaron un mejor taller, que se quemó dos años después. Desde entonces el proyecto no ha podido continuar. Hicieron, sin embargo, otras publicaciones, entre ellas Iwariwë, una recopilación de dibujos y el mito del fuego y el caimán. Es un libro único hecho con papel artesanal e ilustrado a mano por los miembros del proyecto. Después, se editó junto al Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de manera industrial otra versión más extensa. El proyecto sigue latente y Sheroanawe está en el proceso de reiniciarlo en Puerto Ayacucho, para lo cual estamos trabajando junto a él desde Abra para conseguir recursos para dotarlo de equipos y estructura.
SH: Ya tenemos bastante tiempo haciendo papel, y ahora en Puerto Ayacucho hay más seguridad para trabajar. Estoy pensando en usar la casa como taller para volver a hacer papel de fibras naturales y unir a la comunidad. Usualmente hay personas de distintas comunidades que siempre me preguntan y tienen mucho interés en hacer papel artesanal y en las técnicas que uso. Falta poco para que el proyecto empiece otra vez.
Tu trabajo explora nuestro lugar en el mundo y la conexión con la naturaleza, a través de piezas abstractas y geométricas que forman un archivo del mundo que te rodea. ¿Cómo decides cómo contar historias a través de tus piezas?
SH: Yo siempre tengo cuadernos para elegir símbolos. También hablo con chamanes acerca de las historias de cuando éramos niños, como la oscuridad y el fuego, que para nosotros son importantes. Iwariwë, el caimán, tenía candela en la garganta, en un tiempo en el que nadie la tenía. El único señor que con su esposa salía al monte y sacaba candela, comía y no quería compartir con la comunidad.
LR: Ese cuento del que habla Sheroanawe es emblemático, porque eso ejemplifica cuando dejan de comer crudo y empiezan a comer animales cocidos. Hay una serie de enseñanzas: el pájaro le quita el fuego al Iwariwë y lo lleva a un árbol, que es precisamente muy bueno para hacer yesca para iniciar el fuego. Hay un elemento educativo que pasa de una generación a otra. La selección de temas y sujetos de Sheroanawe es muy amplia, y va por temas que pareciera que se pueden agotar en la imagen, pero que generalmente trasciende la representación de la imagen. Todos los bejucos que ha dibujado, por ejemplo, parecen ser unas cuerdas, pero en ellos hay un conocimiento de su utilidad medicinal y cómo son indispensables para abastecerse de agua.
En la exposición actual hay un par de pinturas, Hii hi kerayoma, que se traduce algo como Las plumas de la noche. Este par de obras hablan de cuando ellos no tenían oscuridad y pasaban el día en una actividad febril: cazando, limpiando, teniendo relaciones sexuales, y ansiaban la noche para descansar. Un día, un jefe se queda dormido a media mañana y alguien de la comunidad tiene relaciones con su esposa. El jefe sale confundido y bravo hacia la selva. Agarró una flecha y la disparó cuando escuchó el canto de un paují. La flecha roza el pecho del ave y esas pequeñas plumas vuelan y así empieza la noche. Lo que me parece interesante es que hay una correlación entre humanidad y naturaleza, una retroalimentación. Y esas son las historias que Sheroanawe trae a la actualidad.
¿Cómo es el proceso creativo de cada obra? ¿Qué materiales y pigmentos usas, cuánto tarda cada obra, hay lugar para la improvisación o hay planificación en cada pieza?
SH: Mis pinturas tienen un proceso largo.
Antes dibujaba directamente cuando producía el papel, pero ahora con tiempo voy a la comunidad cada tres o cuatro meses y llevo cuadernos en los que voy haciendo símbolos y dibujo todo lo que voy viendo de la selva y en mi tierra. Cuando lleno estos cuadernos vuelvo a Caracas y hago un trabajo más grande.
Ahora el papel que uso no es hecho por mi propia mano, es papel natural comprado. Lo tengo todo listo para venir a trabajar en Caracas porque es más seguro trabajar en la ciudad. Donde yo vivo hay poca seguridad, vivimos con palmeras y paredes de bahareque, así que no es fácil trabajar en grande allí.
LR: El trabajo de Sheroanawe son sus dibujos y sus pinturas, en ellos ha venido incorporando técnicas aprendidas, como la que aprendió con Laura Anderson de impresión con linóleos, una técnica de reproducción gráfica que le permite hacer obras de formato más grande. Las piezas que están en Venecia, por ejemplo, son monotipos hechos con esta técnica. Esas obras eran originalmente de un formato tamaño carta y crecieron a un tamaño de más de un metro.
Shero trabaja en el taller en mi casa, así que hay un diálogo artístico típico de un taller donde está el artista, un colega y su asistente, en una dinámica bastante colaborativa a partir de los dibujos y bocetos que trae de la selva, y sobre los cuales se conversa y exploran las diversas posibilidades de desarrollo.
En esta muestra también hay escultura.
LR: El poste chamánico, un objeto que forma parte de un ritual que se usa allá, es un elemento que él siempre ha querido usar para una instalación, decisión de un artista contemporáneo de incluir lo que le pertenece a un contexto del arte. Este poste llevaba cuatro años aquí en Caracas en el taller y se ha dado la oportunidad de exhibirlo, de incorporar este objeto intervenido y con el cuidado y las consideraciones que el chamán de la comunidad le aconsejó.
SH: El palo del chamán, Parimi Nahi, o la casa eterna del chamán, es una casa de espíritus. Lo usan los chamanes, que son sabios, para hacer la iniciación de los jóvenes de 16 o 18 años que quieren aprender a ser chamanes. El ritual empieza tomando yopo, y al principio y al final el chamán busca unos palos que son duraderos. Dos hombres empiezan a pintarlo y al atardecer el chamán trae el palo y lo pone en el centro de los muchachos sentados. Así se trae la casa de espíritus a ellos, y esta es la iniciación que dura unos quince días.
¿Al traer ese palo a la galería estás trayendo los espíritus de la selva?
SH: Sí. Cuando saqué el palo de la selva yo hablé con un chamán, y me dijo que había que tratarlo con mucho cuidado: es un palo sagrado, no se puede maltratar. Todos los espíritus del mundo vienen y están en este palo, que sacamos de su comunidad.
A nivel curatorial, ¿cómo ha sido la guía para darle forma a esta exposición? ¿Con qué precedentes contamos en Venezuela a la hora de explorar el arte de comunidades indígenas? ¿Creen que hay alguna diferencia entre el arte tradicional y el arte contemporáneo, o consideran que abordamos estos conceptos de forma quizás demasiado binaria a la hora de catalogar ciertas expresiones artísticas?
LR: Desde 2010 el cuerpo de trabajo que desarrolla Sheroanawe se diferenció del que hacía junto con el colectivo Yanomami Owemamotima, no solo en términos formales y de estilo, sino también de autoría. Sheroanawe es un artista contemporáneo que vive en otra latitud, con otras experiencias y otro contexto con su propia visión y que lo inserta en la contemporaneidad de manera única.
Como referencias, sí ha habido aproximaciones. Hay una exposición de Axel Stein, Tres artistas yanomami, en el que le entregaron papel y lápiz a una comunidad yanomami y como es normal, ellos usaron el papel para plasmar imágenes. Pero no hubo un compromiso con la expresión artística. Shero tiene una fe dentro de la incertidumbre que implica ser artista.
Hay artistas venezolanos que se han acercado a estos temas, pero suele ser una aproximación desde lo occidental. El trabajo de Sheroanawe es un trabajo que se gesta desde el epicentro de sí mismo, desde su cultura, desde el ser yanomami.
Esta exposición que se exhibe en nuestras salas se produjo en Caracas, gran parte de la curaduría es de él porque las obras tienen una cohesión muy particular, a partir de sus bocetos hechos en la selva, pero también a través del diálogo y la mirada que tuvo aquí junto a su esposa Deyanira Yakirahiwe. Sheroanawe nos entregó este lote de obras y era como recibirlo luego de una salida a la selva, llegaba con estos frutos, animales, estas historias.
He notado que tus obras también tienen una carga política, especialmente cuando se plantean reflexiones en torno al concepto de territorio, los límites fronterizos y los problemas sociales y ambientales que afectan ciertos territorios. ¿Cómo enfrentas y le das forma a estos elementos políticos en tus piezas?
LR: Shero relaciona el concepto de lo político con la práctica de la mala política. Hay situaciones complejas difíciles de visualizar, que afectan el ambiente y su cultura, y aunque no son temas explícitos en su obra, de alguna manera están presentes. En sus obras hay una reivindicación, y una visualización de su cultura. Ciertamente en su trabajo está la intención de que se pueda hablar de lo que fue y quiere seguir siendo el pueblo yanomami.
¿Cuál es el rol de la audiencia en tu trabajo? Cuáles son los retos para hablarle a audiencias no indígenas y a públicos internacionales?
SH: Creo que más que todo lo que quiero es saber y aprender de los que se acercaron el día de la exposición. Hay gente que se interesa por ver el trabajo, pero también hay otra gente que no quiere que yo muestre una cultura distinta. Pero eso no es mi preocupación, cuando estoy trabajando yo no pienso en la gente.
LR: Yo creo que la obra de Shero tiene una sensibilidad y un carisma que permite ver más allá de las obras abstractas permite relacionarnos con ese mundo, porque todos tenemos un pasado originario, que no tiene que ver con lo indígena sino con lo primigenio, que nos permite la sencillez de conectar con un dibujo, con un mito como el de la noche. Sin embargo, siempre va a haber ese obstáculo: no somos yanomami, no somos indígenas, Sheroanawe no es napë (una persona no yanomami). Esa diferencia es muy importante y necesaria. La experiencia que tuvimos en Venecia, Francia y España es que la gente se acerca genuinamente para observar la belleza, con mucha curiosidad e interés, y la presencia de Shero permitió que las personas pudieran acceder un poco más allá al umbral de la selva e interesarse con muchas más cosas. Mi idea de lo que no entendemos es que detrás de su trabajo hay una manera de ver el mundo diferente a la que nos enseñaron a nosotros. En la primera exposición, en 2010, vinieron yanomamis, algunos parientes de Shero. Lo que comentabas antes de la abstracción: lo que para nosotros era abstracto para ellos, los yanomami, era totalmente reconocible y cercano.
También hemos pensado en otras audiencias, hay una idea para hacer una exposición donde puedan venir yanomamis y otros indígenas a ver la exposición en Puerto Ayacucho y también otra en el Alto Orinoco para que ese público que sí conoce lo que hace Shero pueda tener una oportunidad de ver su obra.
¿Quiénes son tus principales referentes en el mundo del arte?
SH: Mi mamá, la artesanía de las mujeres de mi tierra.
¿Cómo podemos apoyar a otros artistas indígenas en Venezuela?
SH: Hay que tomarse el tiempo y pensar cómo quiere uno llegar a conocerlos, y hablar con tiempo para hacer estos proyectos y entender.