Entre Dos Tierras es una fundación de Bucaramanga en Colombia que ofrece ayuda a los caminantes venezolanos que atraviesan a pie el páramo de Berlín y van camino hacia Medellín o Bogotá, muchos de ellos sin destino final conocido. Fue creada en 2012 cuando su fundadora y actual directora, Alba Pereira, decidió ofrecer lo más básico a los migrantes venezolanos que empezaban a llegar a territorio colombiano: capacitación, orientación, asesoría jurídica y migratoria, asistencia médica y psicológica, suministro de medicamentos y de comida, y auxilios especiales.
En 2017 se formaliza como fundación y entidad sin ánimo de lucro (ESAL), cuando el flujo migratorio se fue incrementando. La fundación abrió nuevos frentes de lucha hacia la asistencia humanitaria, reforzando el tema de salud, educación, alimentación, ayuda en carreteras, y asesoría en derechos humanos y civiles. Su lema es simple y muy poderoso: “Todos somos responsables de todos”.
Adriana Parra, subdirectora de Entre Dos Tierras, estuvo recientemente en Canadá para dar a conocer el trabajo que hacen de apoyo material, espiritual y humano quienes transitan lo que ellos llaman “las rutas humanitarias”. Sus conferencias en Calgary, Toronto, Montreal y Ottawa comenzaban recordándonos que su misión parte de un principio básico: estas personas necesitan, antes que nada, una mirada y una caricia humanitaria. “A 3.200 metros de altura sobre el nivel del mar, no queda espacio para tratar de entender el origen de esta terrible crisis humanitaria, solo se puede pensar en cómo aliviar al caminante, que todavía debe recorrer 195 kilómetros, en cinco días o más, para llegar a Bucaramanga, donde decidirá si continua a otra ciudad de Colombia o se va a otro país tan lejano como Perú, Ecuador o Chile”, relata Adriana, desde su experiencia de contacto diario con cientos de venezolanos que caminan por las carreteras colombianas.
Adriana recuerda que este fenómeno comenzó con la expulsión de familias binacionales o colombianas en el lado tachirense de la frontera con Colombia, en 2015. “Es aquí donde empieza a ser urgente la actividad de apoyo humanitario y de derechos humanos. Esto disminuye o se detiene un poco en los meses siguientes. A finales de 2016, estalla el desplazamiento forzoso con las características propias de una huida: sin plan, sin recursos y en total vulnerabilidad y surgen así los caminantes, venezolanos desplazándose a pie, caminando grandes distancias con destinos tan lejanos como inciertos”.
Las rutas humanitarias nacen como una iniciativa espontánea, por un impulso de solidaridad. A ella misma le pasó: de ser una inmigrante venezolana que de vez en cuando repartía algo de comida en la ruta, pasó a alguien que decidió dedicarse a organizar la ayuda. “Es crucial el aprendizaje que esta trágica jornada venezolana nos quiere transmitir. Más importante aún, es ser replicadores de ese aprendizaje, y eso nos toca a cada uno de nosotros en nuestros hogares, en especial con nuestros hijos y nietos, mirarnos a nosotros mismos sin dejar de preguntarnos, ¿qué puedo aportar como generador de cambios positivos y sostenibles en el tiempo? ¿Cómo blindar el futuro? El mío, el de ellos, el de los que vendrán. Nuestro deber es transformar el sufrimiento en amor y creatividad hacia los demás, dejando semillas de alegría y actitud positiva”.
La fundación cuenta con un equipo pequeño de cinco personas. Reciben solicitudes de voluntarios para acompañarlos en las rutas desde todas partes del mundo, pero quieren que más venezolanos que viven en Colombia o en otros países se incorporen a esta tarea de solidaridad con sus hermanos. Entregan entre 600 y 800 raciones diarias entre desayuno y almuerzo, y 150 teteros y más de 320 mil abrazos por año.
Para obtener más información sobre la fundación pueden escribir a alguno de estos dos correos: info@entre2tierras.org o entredostierrasfundacion@gmail.com
Pueden también seguirla en Twitter: @Fun2tierras