En tiempos en que políticos de varios países abandonan su carrera porque no aguantan el acoso por las redes sociales, y en que el régimen de Nicolás Maduro llama “bloqueo” a unas sanciones administrativas como si fueran una escuadra naval frente a La Guaira, a un espectador que no conozca bien esa historia le sorprenderá ver en la nueva película de Carlos Oteyza cómo en 1960 el presidente Rómulo Betancourt fue al palacio de Miraflores a dar un mensaje en vivo con las manos quemadas, pocas horas después de que su automóvil oficial estallara por una bomba.
Fue un atentado que, como cuenta muy bien un libro de Edgardo Mondolfi Gudat, encargó el dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo para vengarse de Betancourt porque liderar la presión latinoamericana en su contra. El documental muestra cómo pasó, y no solo las imágenes sino también el contexto. Mientras un tirano de derecha como Trujillo lo mandaba a matar, un tirano de izquierda como Fidel Castro lo insultaba cada vez que podía y apoyaba a una guerrilla comunista para que lo derrocara. En sus cinco años de mandato entre 1959 y 1964, Betancourt tuvo además que abortar dos conspiraciones militares que intentaban restaurar la dictadura militar que había caído en enero de 1958, más un alzamiento armado en Carúpano, otro en Puerto Cabello que dejó como un centenar de muertos, y la guerrilla urbana de la izquierda en armas.
En las paredes pintaban “Rómulo renuncia”, pero no solo no renunció, sino que terminó su periodo, le entregó la presidencia en elecciones a Raúl Leoni, y le dejó al país una gestión en la que se construyeron miles de escuelas y se creó la OPEP, para no aspirar a la reelección en lo que le quedó de vida.
Pero Rómulo resiste no es ningún panfleto. La historia de cómo se hizo esta película y de cómo se le planteó la historia al espectador es tan buena como la película misma, que ayer 14 de octubre llegó a las salas de cine en Venezuela y ya se puede ver en streaming por Ticketplate y Goliiive.
“La idea llevaba años”, cuenta el realizador Carlos Oteyza, “pero terminó de cuajar hace poco más de tres años, cuando decidí agregar la perspectiva personal y hablar solo de ese gobierno de Betancourt, porque primero había pensado contar los gobiernos de Betancourt, Leoni y Caldera. El proyecto terminó redondeándose en uno solo, el de Betancourt, lo cual fue mejor para poder contar bien tantas cosas que pasaron en ese gobierno”.
Lo que hizo Oteyza con esta película es volver a la ecuación de entrevistas muy bien elegidas, más material documental valiosísimo y una línea paralela en la que él recuerda, mediante la voz del actor Sócrates Serrano, cómo desde su casa en la urbanización San Marino de Caracas se veía a Betancourt como una amenaza comunista. Es un recurso bien interesante porque no solo agrega la dimensión íntima frente a los grandes procesos históricos, de modo que permite ver cómo era la confortable vida de una familia como la suya en aquella Venezuela al mismo tiempo pujante, apacible y aterrorizada, sino que Oteyza cuenta esto mediante la animación que la empresa venezolana Titan Post hizo a partir del storyboard de Ana Black. De ese modo, igual que como hizo con las secuencias sobre la resistencia en Tiempos de dictadura, el director crea una narración audiovisual para esa intrahistoria paralela, junto con fotos familiares.
Como cabe esperar de los documentales de Oteyza, tanto los que hizo con su productora Siboney como en este caso como los producidos por Cinesa, abundan las joyas de archivo.
Aquí hay pietaje que muchos de nosotros no habíamos visto y que viene de colecciones personales o de la Biblioteca Nacional, la Academia Nacional de la Historia y archivos en el exterior como la JFK Library en Boston. Todo esto es esencial para refrescar la memoria de quienes vivieron esos años —mi madre me ha contado muchas veces las noches de miedo en Los Jardines del Valle, o la vez en que amaneció un hombre muerto en su portal— y para hacernos ver, a quienes no habíamos nacido entonces, la intensidad de la transformación de ese país que a trancazos trataba de entender qué era la democracia.
Más allá de esas imágenes, hay un valor particular en la complejidad del conjunto de testimonios que atraviesa Rómulo resiste. Las entrevistas se hicieron entre académicos de distintas generaciones y gente que viene de la izquierda armada de aquel momento, de Copei y de Acción Democrática, así que la perspectiva es muy rica. No está el chavismo, pero en veinte años de propaganda ya todos sabemos lo que el chavismo dice sobre Betancourt y sobre toda la democracia venezolana.
Cruzando esos testimonios uno descubre muchas cosas que no sabía. Para gente de mi generación, que creció en democracia creyendo que la presidencia de Betancourt era prácticamente inevitable, puede ser sorprendente ver que no le fue fácil ganarle a Wolfgang Larrazábal, y que tenía muchos críticos dentro de la misma AD. “El año 58 merece una película aparte”, dice Oteyza. “Entre las cosas que pasaron fue que se consideró una candidatura unitaria, basada en lo que se llamaba el espíritu del 23 de enero, pero a Rómulo no le gustaba y de hecho le costó conseguir la candidatura en su propio partido. Había jóvenes del partido que no lo querían y en las elecciones recibió una paliza en Caracas porque la capital no lo quería. Fue en el interior donde había dejado una impronta. Caracas era todavía muy perezjimenista”.
Betancourt tuvo que demostrar que no cometería los errores del “trienio adeco” entre 1946 y 1948, como el sectarismo. Fue por eso que suscribió, antes de las elecciones, el Pacto de Puntofijo con Rafael Caldera y Jóvito Villalba. La película es cuidadosa en sintetizar este complicado contexto en contra que tenía Betancourt cuando llegó al gobierno. Explica que había gente que desconfiaba de él por su remoto pasado comunista y por su desempeño en la Junta Revolucionaria de Gobierno entre el gobierno de Medina Angarita y la dictadura militar. Que había un ala izquierda en la misma AD y por supuesto en el PCV que lo detestaba porque no accedió a subordinarse a ese Fidel Castro que acababa de triunfar con su revolución en Cuba. Que había sectores en las fuerzas armadas que conspiraron para recuperar los privilegios perdidos con la caída de Pérez Jiménez. Y que había sectores conservadores que temían sus reformas pero que sin embargo, a diferencia de muchos otros, respaldaron la democracia cuando hubo que hacerlo.
Fue en realidad un gobierno dedicado a resistir, pero a diferencia de la actual dictadura en Venezuela, también a gobernar y a producir tanto equidad como riqueza.
“Buena parte de la izquierda había generado la matriz de opinión de que fueron víctimas de un gobierno violento”, dice Oteyza, cuyo documental también habla de la represión que ejerció la administración de Betancourt. “Esta película muestra la visión de que el de Betancourt era el gobierno electo y legítimo, y que la violencia fue sobre todo contra ellos”.
Rómulo resiste fue escrita por Oteyza y Lorena González Di Totto. La producción ejecutiva es de José Ignacio Oteyza, Daniela Nieves y Verónica Cañas. La producción general y asistencia de dirección es de Yoselin Fagúndez. La dirección de fotografía es de Gustavo Poleo y la música de Álvaro Cordero. Fue editada por Charles Ocando y mezclada por Iván Gozón.