—En Venezuela no se quiere hablar de racismo —dice Yara Altez—. Es un debate oculto, y se determina que no hay racismo porque somos un país mestizo. Eso es verdad, pero sí hay racismo en lo cotidiano, y está particularmente presente en las relaciones interpersonales. Para deslastrarse de eso se necesita muchísima formación histórica y de valores.
La investigadora de la Universidad Federal de Pelotas, Yara Altez, vive ahora en esa ciudad brasileña y escribe su segunda tesis de post doctorado en memoria social y patrimonio cultural. Antes de eso, fue profesora en la Escuela de Antropología de la Universidad Central de Venezuela, de 1991 a 2017, tiempo en cual hizo su primera tesis doctoral, La estructura hermenéutica del conocimiento antropológico. Pero fueron sus investigaciones en torno a la participación popular, la reproducción de la desigualdad social y la formación de identidad de las comunidades de la parroquia Caruao, en Vargas, que la convirtieron en una de las antropólogas más relevantes en el contexto venezolano.
Hoy, Altez sigue con preocupación el desarrollo de las protestas en EEUU, consideradas como las manifestaciones contra el racismo más importantes en el país desde el asesinato de Martin Luther King.
—Es una situación compleja, y en términos de futuro, peligrosa. En el presente veo el problema de la polarización, que no suele conducir a nada positivo; menos en aspectos en los que la moral aparece como protagonista.
Gran parte de tu trabajo en Venezuela consistió en reconstruir las historias locales de algunas comunidades afrovenezolanas. ¿Cómo es su realidad hoy?
En Venezuela las comunidades en general son muy dependientes de los partidos políticos, sobre todo desde los años setenta y ochenta, cuando empezaron a ofrecer beneficios materiales. El chavismo nunca rompió con esta manera tradicional de hacer política. Más bien han empeorado con creces. Hoy, los líderes políticos que se siguen trasladando a zonas rurales del país, organizan comunidades y construyen consejos comunales para adoctrinar e instruir ideológicamente, y no hacen nada distinto a lo que hicieron AD y Copei. En Venezuela se ha prometido mucho y se ha cumplido poco, lo que ha mantenido una relación de asimetría política en donde el poder popular, invocado durante los últimos 22 años, no se ha desarrollado, muy particularmente en el caso de las comunidades afrodescendientes.
Caruao puede ser un ejemplo de cómo están políticamente organizadas las comunidades afrodescendientes, que desde hace varios años y a través de muchos de sus movimientos, le piden al gobierno una participación más efectiva. Una de las peticiones más importantes que hicieron fue participar en la ANC y no les hicieron caso.
La pobreza y desigualdad que se vive en las comunidades afrodescendientes son tan fuertes como en cualquier barrio urbano de Venezuela, y en algunos casos más.
Las comunidades afrodescendientes que pudiéramos señalar como pequeños enclaves (Caruao, el sur del lago de Maracaibo, la costa de Carabobo y Aragua, el estado Bolívar, entre otras otras), donde podemos encontrar herederos de tradiciones de origen africano, se encuentran en condiciones de vida paupérrimas, y el clientelismo ha alimentado una situación de dependencia que no permite que sus demandas se cumplan.
En Venezuela los problemas sociales no suelen tratarse con una terminología de raza, ni hay castas raciales, fracciones políticas o instituciones sociales propias de los negros. ¿Es posible establecer un análisis de las dinámicas raciales de la sociedad venezolana sin estos elementos?
En el último censo, de 2011, se incorporó la pregunta de identidad racial, pero la implementación del censo fue tan mala que nunca publicaron los datos, por lo cual no se puede entender la situación de las comunidades afrodescendientes, ni el reconocimiento o el autoreconocimiento de estas comunidades en el contexto del país, como ha ocurrido por ejemplo en Brasil o Colombia. Pero los datos que no se muestran en el censo se proyectan en estudios. Algunos investigadores con mirada poscolonial incluyen dentro del problema de la desigualdad a la racialidad, y eso refleja que muchas comunidades afroamericanas no solamente son víctimas de la pobreza sino también del racismo. En Venezuela contamos con investigaciones que muestran datos importantes sobre la vida en las comunidades afrodescendientes, mientras hay otro material que ayuda a comprender la trayectoria histórica de los afrovenezolanos.
En la Escuela de Antropología de la UCV, Teresa Ontiveros es experta en pobreza urbana y construcción histórica de barrios y procesos de migración del campo a la ciudad. La historiadora Ermila Troconis de Veracoechea desarrolló proyectos de investigación en diversas áreas, entre las cuales incluyó a los afrodescendientes. Otros investigadores, también por el lado de la historia, han reconstruido los procesos de migración, analizando cómo las comunidades antiguamente esclavizadas se fueron incorporando a la vida de la República: Michaelle Ascensio, Miguel Acosta Saignes, Juan Liscano, Juan Pablo Sojo o Angelina Pollak-Eltz. Pero muchísima información que se produce del lado de las universidades no termina siendo insumo de los trabajos políticos, ni de los partidos, ni de los movimientos. Los tiempos políticos van más rápido que los tiempos investigativos, porque la política requiere efectismo y a veces la investigación no puede competir con eso.
En un ensayo de la investigadora Angelina Pollak-Eltz se plantean varias políticas públicas racializadas en Venezuela, una de ellas son las políticas migratorias del régimen de Perez Jiménez, que favorecían la entrada de migrantes europeos con el propósito de blanquear a las nuevas generaciones.
El tema del blanqueamiento no es solamente con Perez Jiménez. También estuvo presente en políticas de Estado de finales del siglo XIX y principios del XX. Un ejemplo es la Colonia Tovar. Sin embargo, también hay que señalar cómo los venezolanos asimilamos, así sea simbólicamente, esa búsqueda de “mejorar la raza”.
Hay una influencia directa en la creación de estereotipos y estigmas que provienen de las políticas de Estado y permean en la sociedad.
El Estado venezolano tuvo y tiene una necesidad de modernización, y buscó que su población lo acompañara en ese desarrollo, para lo cual buscó y sigue buscando modelos sociales de países tradicionalmente avanzados. Esto es algo que todavía se reproduce, lo vemos oculto en todas las narrativas gubernamentales que hablan constantemente de progreso y superación del pasado a través de la intervención política.
Uno de los descubrimientos de una de tus investigaciones, Las mujeres afrovenezolanas de Todasana y su decisión trascendental a finales del siglo XIX, fue que las mujeres de la comunidad fueron las que renunciaron al apellido de sus esclavistas. Pero este evento no se transmitió a las nuevas generaciones, por lo que la comunidad nunca pudo expresar el conocimiento del cambio de apellido. ¿Cuál es el legado de estos procesos históricos?
Todasana fue una de las más grandes haciendas productoras de cacao, y ayudó a fundar el primer hospital de La Guaira, el hospital de San Juan de Dios, para atender a personas sin recursos durante la Colonia. Los dueños de la hacienda eran curas que manejaban el hospital, y el apellido que le habían dado a los esclavos de la hacienda era Dios, que no era un apellido sino una marca de propiedad. La comunidad vivió casi 300 años con este apellido, que se mantuvo después de abolida la esclavitud en 1854. El hallazgo de la investigación fue entender cómo la comunidad se deslastró de esta marca. Así mismo fue importante ver la figura femenina en estas poblaciones, en las que la madre es una autoridad. Estas mujeres a finales del siglo XIX, en Todasana concretamente, empiezan a presentar a sus hijos, la gran mayoría hijos naturales, en el registro civil y les empiezan a poner distintos apellidos, que son los apellidos actuales de los todasaneros nativos. Estas mujeres fueron las fundadoras de la identidad de la población, y no quedó rastro de esto, lo cual me parece un acontecimiento histórico importantísimo. En la misma Todasana, a mediados del siglo XX, un terrateniente alemán se apropió de las tierras en donde estaban viviendo los descendientes de los antiguos esclavizados. Esos mismos descendientes cimarrones le quemaron los cocales al terrateniente y fundaron el pueblo donde viven ahora. Estas historias están en el olvido.
Con respecto a la pobreza y desigualdad social en comunidades afrovenezolanas, tus investigaciones plantean que el racismo, aunque las atraviesa, no es la causa. Por otra parte, surge de tu trabajo otra variable: el endorracismo. ¿Cómo explicas esto?
El racismo no es causa, sino consecuencia de unos procesos sociohistóricos que radican en el desarrollo de ciertos modelos. El modelo colonial, por ejemplo, necesita cierta justificación para poder desarrollarse y alcanzar sus objetivos: expansión, conquista, ocupación de territorios. El racismo ha estado presente en estos procesos históricos como una variable de justificación, y de alguna forma es un lastre de la sociedad colonial, pero no necesariamente es la causa de la desigualdad y de la pobreza que pueden vivir estas comunidades, sino un componente más. Sin embargo, resolver la situación económica no significa resolver el racismo. Finalmente, hay situaciones de autorreconocimiento donde vemos la variable del endorracismo, cuando las propias comunidades afrovenezolanas piensan en “mejorar la raza”, por ejemplo. El racismo y el endorracismo van juntos.
Actualmente en Venezuela, ¿qué políticas públicas están dirigidas a este tipo de problemas?
Que tengan efectividad, ninguna. La Constitución presume que la sociedad venezolana es multiétnica y pluricultural, y en su momento esto fue celebrado como un acontecimiento de avanzada desde el punto de vista político y de derechos sociales y humanos. Pero creo que ya es hora de revisarlo, porque esas declaratorias no son suficientes. Mientras tanto, mantienen a los sujetos sociales en una situación de control. Es momento de hacer una revisión de lo que es la convivencia intercultural, que es un dilema al que todavía no se le encuentra solución: ¿cómo se hace para convivir con los otros? No hemos desmenuzado eso lo suficiente como para elaborar políticas públicas, que es justamente lo que logra un equilibrio necesario para que las polarizaciones no tengan lugar. ¿La Constituyente resolvió los elementos para poder participar en una sociedad? Yo creo que hay cosas que no se resuelven con leyes, hay cosas que necesitan más reflexión.