Todo comenzó con un pequeño taller para niños en Los Nevados. Erika y José tenían un proyecto que los ilusionaba: dictar un taller de cine a un grupo de niños en una de las aldeas más alejadas del estado Mérida, en lo profundo de la Sierra Nevada venezolana.
Erika logró reunir a unos catorce niños curiosos y ávidos de aprender. Muchos ni siquiera habían visto una cámara antes. Junto a José, les explicaron paso a paso como se hacía una película y allí mismo surgieron historias. Los pequeños se encargaron de buscar el vestuario, las locaciones e interpretar los personajes para su pequeña ópera prima. La pareja monitoreó y animó a sus aprendices, hasta que por fin lograron filmar suficiente material para hacer un cortometraje. Al finalizar la edición, decidieron presentarlo al Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), y esta institución lo seleccionó para exhibirlo, antes de proyectar las películas, junto a los tráilers, en todas las salas del país.
Erika y José, junto con el CNAC, decidieron entonces darle una sorpresa a los niños del taller. Consiguieron los recursos para llevarlos a la ciudad y que vieran el cortometraje en una visita guiada a un cine. Al comenzar el primer fotograma, los niños no podían creerlo, se quedaron maravillados al verse a sí mismos y su obra en la pantalla grande.
El nombre de ese documental es Pueblos y con él comenzó Ymago Producciones. Retratar la fibra de la montaña merideña es una de las misiones de esta empresa, que en su origen fue una especie de fundación con muchísimas ganas de educar, pero también de documentar y mostrar el espíritu andino venezolano. La integran José Romero, egresado de la Escuela de Medios Audiovisuales de la ULA, y Erika Rodríguez, bióloga y especialista en Ecología Vegetal de esa misma universidad. Juntos decidieron hacer un plan de vida donde se fusionaran las cosas que aman, y con el tiempo las piezas fueron encajando.
Tienen en su trayectoria el segundo capítulo de un proyecto llamado What Can be Saved?: Vanishing Venezuela de la Associated Press (2019), ganador del 20/20 en el Festival de Cine Ambiental de Washington, y el documental El último glaciar venezolano – Vida después del hielo estrenado a través de YouTube en 2020. Hace unas semanas anunciaron que con la Productora Trailer Films trabajaron en un capítulo de la segunda temporada de Andes Mágicos para Netflix, que en su recorrido por los páramos y cumbres más importantes de América Latina incluyó por primera vez a Venezuela. Tuve la alegría de charlar un poco con ellos en medio de las contingencias de los apagones y el confinamiento, para que le contaran a Cinco8 cómo ha sido ese viaje desde aquel corto pequeñito hasta los documentales que hacen hoy.
¿Cómo empezó el proyecto del Último Glaciar?
José: Teníamos la idea de hacer una película sobre la Sierra Nevada de Mérida. Cuando empezamos la investigación, pensamos que era buena idea hablar de la parte ecológica y de nuestros glaciares. Allí nos conectamos con el profesor Andrés Yarzabal, de la Facultad de Ciencias de la Universidad de los Andes. Él estaba estudiando los microorganismos que hay en el hielo antes de que desaparezcan; eso nos cautivó y nos fuimos por ahí. Acompañamos entonces al profesor Andrés y la profesora Maria Ball en su proyecto, y de ahí nació Vida Glaciar, un corto documental donde está nuestro trabajo en el glaciar del Pico Bolívar, que ya no existe. Queríamos que el proyecto siguiera creciendo, pasó un tiempo y llegó el apoyo de la Fundación Empresas Polar que, junto a la profesora Alejandra Melfo, editó un libro para el proyecto.
¿Cómo fue el trabajo en ese libro?
Erika: La Fundación Empresas Polar no tiene recursos destinados para producciones audiovisuales, pero decidieron apoyar la creación de un libro que se llama Se van los glaciares, y allí se juntó toda la investigación reciente sobre el tema. El libro cuenta un poquito sobre los ecosistemas, la ciudad, la relación de Mérida con su nieve, con las personas que subieron por primera vez el Pico Bolívar, con los primeros científicos que estuvieron allí. Y como es un libro para niños, incluye también mucho sobre las condiciones, el vestuario local, etc. Algo muy increíble es que ellos decidieron financiar un book trailer que era como un pequeño tráiler del libro, pero en imágenes.
José: Y ahí es donde nosotros volvemos a lo nuestro, hicimos un corto documental donde se promociona el libro con todo el trabajo. Fundación Empresas Polar lo estrenó y apareció de una vez Associated Press a conversar con nosotros. Nosotros no vendimos la historia, ellos contactaron a uno de los científicos y manifestaron que querían hacer una investigación sobre ello. Entonces nos contactaron para la realización de este documental. Nos unimos en un proyecto que se llama What can be saved? o ¿Qué podemos salvar? El primer capítulo sobre Venezuela lo dirigió la periodista Federica Narancio, ella nos daba las pautas desde Estados Unidos y nosotros íbamos haciendo el trabajo aquí. Hicimos una expedición al glaciar del Humboldt con los científicos, estuvimos siguiendo a cada uno en su vida diaria.
Erika: No fue fácil conseguir un director de fotografía que pudiera subir a 5.000 metros con la cámara, o con un dron, y volar con esas condiciones.
No cualquiera lo hace, no cualquiera se carga una maleta con todos los equipos y camina por tres días para llegar a la base de una de las cumbres.
Y necesitas —aparte de tener experiencia como realizador, como fotógrafo, como operador de cámara, del dron y de cualquiera de estos equipos— contar con unas condiciones físicas que te permitan llegar hasta allá. Cuándo AP nos contactó, dijeron: “Oye, tenemos varios freelancers en Caracas que quizás podrían subir”, pero ninguno tenía experiencia en montaña. Tú sabes que uno puede ir aquí a Mucuchíes y sentirse bien, pero si camina un poquito más ya se puede marear y hasta desmayar.
¿Cómo consiguieron los científicos los fondos para la investigación? ¿NatGeo fue parte de esto también?
Erika: Costear una expedición al Humboldt no es algo sencillo, se necesita mucho dinero para gestionar la logística. Afortunadamente, hay varias fundaciones que apoyan a la investigación científica, entre esas está National Geographic Society. Lo que habitualmente ocurre es que los investigadores arman las propuestas con sus proyectos y concursan para conseguir apoyo y pues con el proyecto del Último Glaciar, el investigador Luis Daniel Llambí y un equipo de la Universidad de los Andes lograron conseguir la gestión y los fondos para su investigación.
José: Ya teniendo clara la investigación, nosotros nos concentramos en cómo transmitir ese mensaje, montar un guión, trabajar mucho con el equipo encargado, organizar la expedición, pensar en qué planos queremos usar. Todo tiene que estar muy bien pensado, porque si vamos a la montaña tenemos que regresar con el material que necesitamos. No es un azar, sino que debemos trazar un mapa que debemos seguir paso a paso.
Cuando vi la primera temporada de Andes Mágicos me decepcioné porque no incluyeron a Venezuela. Luego se estrenó la segunda y vi en sus redes sociales que estábamos ahí por ustedes. ¿Cómo llegaron a Netflix? Hablemos sobre esa historia.
José: Nosotros un día veníamos con la caravana de científicos, las mulas y todo el equipo bajando por los Nevados desde el valle del Indio y, mientras atravesamos un cañón, nos encontramos a Alfredo Autiero, que venía de una guía al Pico Bolívar. Ya nos conocíamos, le comentamos sobre el proyecto del Último Glaciar y nos despedimos. Resultó que mucho después, Luis Ara, el director de Andes Mágicos, contactó con Alfredo, ya que ellos sentían que tenían la deuda de grabar en Venezuela, pero no habían podido. Así que necesitaban conformar un equipo desde dentro. Le dijeron: “Mira, Alfredo, danos opciones para ver con quiénes podemos trabajar allá”, él nos nombró a nosotros y a tres productoras más de Caracas. Ellos nos entrevistaron, nos investigaron, y luego nos contrataron. Igual que con el proyecto anterior, nosotros no vendimos la idea, esta nos encontró trabajando.
Erika: Si, de hecho fue como en Julio de 2020 cuando se estableció el contacto con ellos, y nos dijeron “okey, vamos hacer el capítulo Venezuela”. Teníamos reuniones todas las semanas, dos, tres veces por semana con Ramón Cardini y con Sergio Albertoni, los productores de la serie junto a Trailer Films, y con Luis Ara, el director. Estaban en busca de historias para contar que no fueran similares a las que tenían de otros países. Fueron dos meses buscando personajes en Mérida, hasta encontrar a los indicados: Daniel Souto junto a la Caravana Escuela en Los Nevados y Ana Machado con Alimentos KQT en Cacute. El único personaje definido era el explorador Alfredo Autiero y su hijo en la cumbre del Pico Bolívar. Luego de esto empezamos a grabar.
¿Cuáles fueron los principales desafíos que se le plantearon al filmar El Último Glaciar y luego Andes Mágicos?
Erika: Yo creo que todas las fases de la producción tienen su desafío. En la preproducción es durísimo organizar una expedición al glaciar, una expedición donde tienen que ir varios especialistas, la especialista en líquenes, la especialista en musgo, estaba la científica que estudia las interacciones con los animales, el grupo de microbiólogos, etc. Durante el rodaje nosotros nos levantábamos súper temprano, y era darle con las maletas prácticamente tres horas hasta llegar a la base del glaciar y trabajar allí con unas condiciones climáticas que cambian todo el tiempo. Tanto en el Último Glaciar como en Andes Mágicos la responsabilidad más fuerte era garantizar un resultado sí o sí, conseguir las imágenes en un tiempo limitado, porque después de mediodía la montaña cambia y no sabes qué va a pasar.
¿En algún momento se cansaron por la complejidad de los proyectos al momento de rodar? ¿Tienen alguna anécdota que quieran compartir con nosotros sobre alguna dificultad que se logró superar?
Erika: En una expedición a los dos nos dio una gripe espantosa, teníamos hasta fiebre, todo justo en la montaña, en medio del trabajo, pero sabíamos que teníamos que traer ese material porque no tendríamos otra expedición. Era la única oportunidad que teníamos y, bueno, teníamos la voluntad de ir y tomar esas imágenes aún sintiéndonos mal. Un día me quedé en el campamento base, otro día José descansó, pero sí, era el momento de darlo todo, porque a veces en la montaña es la única toma que tienes y no hay toma dos.
¿Cuál es la importancia de continuar rodando en Venezuela?
José: Nosotros nos vamos a levantar como país.
Estamos convencidos, totalmente seguros de que tenemos en este país todo el potencial para brillar tanto o más que cualquier país desarrollado y la importancia de seguir está en eso.
Nuestras ganas de hacer y apoyar proyectos nos ha llevado a unirnos a gente que está en nuestra misma onda. Nosotros trabajamos con Sagarmatha, una escuela de montañismo creada por Marcos Tobía —uno de los primeros venezolanos en coronar el Everest—, los apoyamos a ellos en sus proyectos. Con ellos hemos colaborado en la producción de la serie televisiva Niños en la Cumbre, que es un proyecto para llevar a los niños a escalar en el Himalaya y en Groenlandia. En Venezuela se podía ver por Meridiano TV. Si tienes ganas, a veces es difícil pero hay que continuar haciéndolo.
Finalmente, ¿qué le dirían a las personas que están empezando con una cámara? A los pequeños grupos que hacen audiovisuales y a todo aquel que algún día quiere lograr avanzar en la industria cinematográfica.
Erika: Que aunque no tengas una cámara, siempre escribas tus ideas. La realización empieza en el papel y yo creo que debemos seguir, así sea grabando con el teléfono o con los recursos que se tengan, debemos seguir mostrando nuestra realidad. Aunque estemos bajo un régimen que no nos permite expresarnos como nos gustaría, trabajar con lo que tenemos también es un acto de resistencia, y es nuestra forma de agregar esa piecita que tenemos para aportar al país.
José: Constancia y disciplina, dar lo mejor de ti siempre y pa’lante. Nunca hay que renunciar, hay que seguir remando. Es como subir una montaña, tu sabes que vas a llegar a la cumbre y vas es para allá, pero una vez que llegas dices “bueno, tengo que regresar” y ese es el mismo camino, pero para empezar otro.